miércoles, 20 de febrero de 2019

LA DIRECCIÓN APROPIADA SIN LA CONTUNDENCIA NECESARIA


Comentario 19/02/2019

 LA DIRECCIÓN APROPIADA SIN LA CONTUNDENCIA NECESARIA

Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo

El gobierno de Iván Duque se ha caracterizado por dos cosas singulares: no ha estado fundamentado en la polarización política, por un lado, y, por el otro, ha realizado un cambio profundo en las relaciones del gobierno con los demás estamentos del estado, especialmente con la clase política y el congreso. De hecho, aunque la polarización política está presente en el país, entre las llamadas izquierdas y derechas, especialmente frente al modelo de desarrollo económico y social que el país debe construir y en la aplicación del proceso de paz celebrado por el gobierno Santos con las FARC, Iván Duque se ha mostrado como un gobierno conciliador, sin cabida para el revanchismo o los odios políticos contra sus contradictores u opositores. Pero, por su puesto, con la aplicación de los principios filosóficos que defendió durante su campaña electoral, veamos:

La legalidad ha sido uno de sus pilares, según el cual “el que la hace la paga”, para combatir especialmente la corrupción y los diferentes delitos que se enseñorean por el país sin ninguna sanción. La ejecución de un modelo de desarrollo fundamentado en la iniciativa privada (el empresarismo), con la defensa del mercado, sin intervencionismos ni dirigismos estatales, para afianzar el crecimiento y con esto crear nuevas y diversas oportunidades económicas y sociales. De hecho la reciente reforma tributaria disminuyó los impuestos estatales a las empresas privadas y estimuló la inversión en nuevas capacidades productivas, con impulso a las empresas del conocimiento (economía naranja) como alternativa de diversificación productiva. Su último pilar de gobierno se colige de los anteriores y es la mayor equidad, no a partir de los subsidios sino a partir de las nuevas oportunidades y el mayor crecimiento de la economía.

En las relaciones internacionales se ha caracterizado por una fuerte defensa de las libertades democráticas y la independencia de las ramas del poder público, en oposición, en particular al llamado socialismo del siglo XXI, al estilo Venezuela, Bolivia, Nicaragua o Cuba, fomentando relaciones con los países de Latinoamérica y con el resto del mundo, especialmente con los Estados Unidos. No le ha temblado la mano para censurar lo que sucede en Venezuela y apoyar a los venezolanos en éxodo, con los limitados recursos que posee el país, dándoles amparo y un trato respetuoso y digno.

Al interior del país ha tenido problemas de gobernabilidad con el Congreso o las Cortes a partir del hecho de no sujetar sus iniciativas de gobierno al reparto de cargos públicos o favorecimientos en los presupuestos de gastos o inversiones del Estado, la llamada mermelada, de allí que iniciativas como la reforma política, la de la justicia o el combate al narcotráfico hayan tenido tropiezos y dificultades. Aún las leyes anticorrupción que fueron avaladas a través de la consulta popular, con cerca de 11 millones de votos, no han encontrado el camino para convertirse en realidad. También cabe anotar la inexperiencia política de sus ministros como un factor incidente.

En el orden público ha hecho notorios esfuerzos por perseguir a las disidencias de las FARC con resultados significativos, como la muerte de Guacho o de Cadete, por ejemplo, pero aún sin la contundencia necesaria. Grupos como el ELN han sido un dolor de cabeza para el país con sus atentados a la infraestructura (oleoductos, especialmente) y recientemente con el vil atentado a LA ESCUELA DE POLICÍA, un acto del más canalla terrorismo explicado como una acción de guerra. Su reacción no se hizo esperar, el Gobierno suspendió cualquier avance en los proceso de paz con esa guerrilla y solicitó su captura a nivel internacional (circular roja), lamentablemente sus cabecillas siguen disfrutando del amparo de Cuba.

En materia económica es evidente el mejoramiento en el ritmo de actividad del país, con un crecimiento del PIB esperado para el 2019 de cerca del 3.3%, una inflación contenida y un nivel de inversión creciente, que paulatinamente arrojará sus frutos.

Sus problemas mayores están en el control de déficit fiscal heredado del anterior gobierno quien se gastó una bonanza petrolera y duplicó el endeudamiento externo del Estado. Si bien la ley de financiamiento favoreció a la empresa privada, después de ocasionar mucho ruido en la opinión pública por la eventual extensión de IVA a más productos de la canasta familiar, debe compensar con un plan de austeridad y reducción del gasto público, así como de formalización de la economía para ampliar la base tributaria, todo lo cual forma parte de su plan de gobierno. Por supuesto, el mayor crecimiento de la economía y el combate a la corrupción y la evasión ayudarán en mucho al saneamiento de las finanzas públicas.

Quedan por resolver los compromiso derivados del acuerdo de paz de Santos-FARC, que significan una problemática de gestión pública altamente compleja y no del todo conveniente para el país, lo cual conduce a un gasto público desbordado, se estima que de este acuerdo se desprenderán gastos por más de 128 billones de pesos en los próximos quince años, los cuales no están en el presupuesto nacional. Este proceso se decía centrado en las víctimas, pero éstas no parecen ser el foco de atención, sí los miembros de las FARC. Parte de estos gastos incluyen los de la JEP (jurisdicción especial para la paz y la justicia transaccional), compromiso que apenas comienza y ya causa traumatismos por su costo, complejidad y principio de aplicación que conduce en unos casos a la impunidad y en otros a penas cortas y sanciones alternativas diferentes de la prisión para los culpables de los delitos más atroces sean guerrilleros o militares. ¿De dónde saldrá ese dinero?, nadie lo sabe todavía.

No en vano el gobierno de Iván Duque está mejorando sus índices de favorabilidad, desde un modesto 28% con el cual inició hasta un 55% que es su registro más reciente. Es claro afirmar que su gobierno va en la dirección correcta pero que aún le falta mayor contundencia en su decisión y acción. Algunos han querido ver en él a un símil del Presidente Uribe, pero es otro momento y otro el estilo, que hay que apreciar y respetar, si bien su pensamiento es coincidente.

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