lunes, 9 de diciembre de 2019

¿NEGOCIAR O DIALOGAR?


Comentario 9/12/2019
¿NEGOCIAR O DIALOGAR?

Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
                http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com

Los autoproclamados dirigentes del autoproclamado paro nacional, quienes obran en nombre de los estudiantes, los obreros, los profesores, los indígenas, las organizaciones de base (sindicatos, asociaciones, grupos sociales), los funcionarios públicos y supuestamente los inconformes de todo tipo participantes, sometieron a la consideración del presidente y sus ministros un pliego de 13 puntos para ser negociados en representación, según su opinión, de todos los colombianos.

Los trece puntos declaran pretensiones de varias naturalezas, en los más diversos aspectos de la vida nacional, como son:
·         Temas laborales (reforma laboral, de pensiones y otras normas).
·         Aspectos fiscales (retirar la ley de financiamiento).
·         Cumplimiento de los acuerdos de paz.
·         Cumplimiento de otros acuerdos firmados por el Estado con sectores sociales.
·         Sobre el holding financiero del Estado.
·         No privatizar bienes del Estado.
·         Relacionados con el ESMAD.
·         Los productores agropecuarios y los tratados de libre comercio firmados por el país.
·         Trámite de leyes anticorrupción.
·         Derogar el impuesto para Electricaribe.
·         Temas ambientales para ser negociados con las organizaciones sociales.

Tres consideraciones surgen sobre los hechos recientes del paro “nacional”  y la inconformidad de los ciudadanos, quienes han salido a las calles a manifestar, con marchas y cacerolazos[1], su inconformidad:

1.    La legitimidad de su representación.
No puede ser posible que un grupo de ciudadanos, por más numeroso que sea, se autoproclamen representantes del pueblo colombiano para negociar temas de la agenda nacional con el gobierno, sin que haya mediado un instrumento democrático y representativo para su elección y proclamación como voceros y negociadores en aspectos tan sensibles para el presente y futuro de los colombianos. Sin entrar a discutir el carácter final de su motivación política como adecuada o no, lo cual dependerá de la orientación individual de cada ciudadano sobre el país que quiere y espera, razón por la cual la democracia, en su sabiduría, prevé el mecanismo de votaciones libres y abiertas (o mecanismos equivalentes) para tomar estas decisiones, cuando no pueden resolverse por el Congreso de la República, que es el órgano llamado a examinar las modificaciones constitucionales y legales,  y también por las Cortes para juzgar su apego a la constitución. 

2.    Conveniencia nacional de sus solicitudes.
No alcanzo, en este breve espacio, a referirme a cada una de las peticiones, me refiero a dos, al menos:
·         No a las reformas laborales y de pensiones: esta es una extraña solicitud, por un lado, porque aún no han sido presentadas y por el otro, porque la evidencia demuestra la contundente transformación del trabajo formal e informal de las personas en razón de los avances tecnológicos y los cambios en la cultura y las costumbres, así como también la mayor expectativa de vida y la baja cobertura de los sistemas de pensiones actuales. 
·         No a la ley de financiamiento: con la pretensión de que sea retirada del Congreso, cuando es la columna vertebral de las finanzas públicas para los próximos años, las cuales, sin recursos adecuados, no serán capaces de atender las necesidades sociales (salud, educación, pensiones, vivienda y bienestar) y de desarrollo del país (infraestructura, TIC, modernización de los servicios del Estado, seguridad, etc.)

3.    ¿Negociar o dialogar?
Diálogo entre el Gobierno y los ciudadanos siempre debe haber, sin embargo, la pretensión de los marchantes es que el Gobierno tiene que negociar con ellos su llamado pliego de peticiones (los 13 puntos), como si las políticas y actos de un gobierno elegido democráticamente deban ser sometidos a la negociación y concertación de los grupos de opinión, cualesquiera que sea su denominación u origen. Hoy serían los actuales marchantes y luego, ¿cuáles otros grupos adicionales quisieran negociar políticas o acciones de Gobierno pues se sentirían con igual derecho? Cómo sería el caos de un Gobierno y de una sociedad sometidos a esta contingencia, además, con la amenaza de negociar para suspender el paro nacional o de lo contrario la continuidad de todas sus acciones de parálisis del normal desenvolvimiento del país, por más que sus expresiones no sean violentas, por sí mismas. Sin embargo, el solo entorpecimiento o la privación de las actividades y los derechos de otros, ya, de por sí, es una forma de violencia.

Todos deseamos  y merecemos vivir en un país con más equidad y justicia, sin embargo, la gran mayoría de los ciudadanos no estamos participando en el autoproclamado “paro nacional”, y además tenemos iguales derechos a oponernos a las acciones de los grupos de protesta actuales, aunque como manifestación de nuestra opinión empleemos “los sonidos del silencio”, los cuales, si bien no se manifiesten en marchas y protestas, igual validez tienen, para rememorar con esta reflexión la famosa canción de Simon and Garfunkel [2].


[1] Los cacerolazos son una experiencia nueva para el país, donde hay que explorar mucho más profundamente las motivaciones de sus participantes. Es tal su diversidad y sus opiniones que no necesariamente están representados en los 13 puntos del “paro nacional”.
[2] Simon and Garfunkel fue un dúo compuesto por Paul Simon y Arthur "Art" Garfunkel, quienes fueron unos artistas muy populares en la década de los 60. Algunas de sus canciones más conocidas son «The Sound of Silence» («Los sonidos del silencio») y «Mrs. Robinson» («La señora Robinson»).

lunes, 2 de diciembre de 2019

EL CAMBIO DE MODELO


Comentario 2/12/2019
EL CAMBIO DE MODELO

Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
               ttp:/reflexiones-de-cam.blogspot.com

Han continuado las marchas de protesta en el país[1], para manifestar el descontento, según se dice, esencialmente, con las políticas del presidente Duque, si bien las marchas no han estado exentas de un variado surtido de motivos, con los diversos contenidos. Obviamente, se ocupan también de algunas reivindicaciones sociales, políticas y económicas como conquistas a lograr por los marchantes, quienes afirman que no están dispuestos a dialogar porque lo que ellos van a hacer es negociar con el Gobierno Nacional, como si este último tuviera en sus manos la modificación de la Constitución y las estructuras de funcionamiento del Estado, a su antojo y su amaño, desconociendo la institucionalidad del país, sus leyes y particularmente el Congreso de la República y las Cortes, quienes las reforman y reglamentan.

Sin embargo, al escuchar con detenimiento a los líderes del paro, su movimiento esta frontalmente dirigido al cambio del modelo económico, político y social del país, es allí donde ponen todas sus esperanzas. Muchas de sus manifestaciones sobre educación pública, no actuación de la fuerza pública (ESMAD), cambios en la justicia, la corrupción, la salud, etc., son simples menciones del asunto verdaderamente de fondo que es el cambio en el modelo de país que hoy tenemos. De hecho, aunque mucho se ha afirmado que son protestas contra el gobierno y las decisiones del Presidente Duque, yo no lo creo, en realidad es contra el modelo, no contra Duque, éste es un “accidente” en el proceso revolucionario del cambio radical de una sociedad, aunque Duque y sus ministros también merezcan un llamado de atención por lo que han sido en varios casos sus desaciertos.

En la práctica, podría ser titular de la presidencia otro personaje y también buscarían que se cayera, pues cayéndose el presidente, se cae gran parte de la institucionalidad y con ella se erosiona de manera grave el modelo económico, político y social del país. Así que, saquémonos de la cabeza que el “malo” para los manifestantes es Duque, no, el malo, para ellos, es el modelo que nos acompaña en el desarrollo de nuestra vida institucional como nación, democrática, libre, soberana, con la misión de país de ser un estado social de derecho. ¿Y qué es, entonces, lo que se quiere cambiar?

Hay dos variables estructurales de naturaleza económica que caracterizan los modelos económicos de los países, ellas son:

1.    Economías abiertas o cerradas según sea la relación del país con otras naciones en cuanto a intercambios de comercio de bienes, servicios, inversiones y relaciones diplomáticas. Las economías occidentales, en general son economías abiertas, han suscrito tratados de libre comercio y complementación económica para desarrollarse mutuamente, inclusive algunos han formado bloques económicos como los países del Asia Pacífico, por ejemplo, y aún uniones económicas como la Unión Europea. En estos estados hay una plena libertad de empresa e iniciativa privada, supervisada por el Estado para evitar los excesos del mercado, pero no intervenida por el Estado. El propio mercado interno y externo moldea a los competidores y cada vez los pone a competir con más calidad y valores agregados. Su único y más preocupante peligro es que haya tanto poder económico en algunos grupos empresariales que quieran condicionar al Estado y a la ciudadanía, como se afirma hoy de las plataformas de Facebook, Twitter, Instagram, etc., o el descontrolado y perniciosos estilo y uso en que se han convertido las redes sociales.

2.    Por otro lado, hay economías de corte liberal capitalista, de carácter democrático, donde los particulares pueden desarrollar, con libertad e independencia, sus iniciativas de inversión o de vida, preservar sus propiedades como privadas y tener un régimen de libertades públicas y ciudadanas, aspirar al progreso individual en la vida profesional, familiar y empresarial, como es Colombia actualmente. Todo lo cual se contrapone con economías que desarrollan un socialismo de estado, donde es el poder del Estado quien interviene en todos los sectores del desenvolvimiento del país, de la propiedad privada (no existe, los bienes están en función del Estado), de la inversión individual, del destino de los ciudadanos y de su modelo de vida, con autoritarismo y en ocasiones con autocracia, como ocurre hoy en Venezuela. En estas sociedades, el Estado concentra todos los poderes y es casi que omnipotente en todas las decisiones, sin ninguna consulta o participación democrática a los ciudadanos.

A su vez, hay dos variables sobre las libertades individuales que también caracterizan los modelos económicos, políticos y sociales:

3.    Los países con democracias liberales están sometidos al régimen de elecciones y votaciones para determinar sus representantes en los órganos de dirección, con división de poderes (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Órganos de Control y Órganos de defensa) y periódicas consultas a la ciudadanía sobre los temas de trascendencia para la comunidad. Ocasionalmente reforman sus leyes con mecanismos institucionales como las Asambleas Constituyentes, los referendos, las consultas, los plebiscitos, etc. Hay libertad religiosa, de opinión política, y de convicciones ciudadanas, hay pluralidad.

4.    Los países con economías caracterizadas por el socialismo de estado, no son en realidad países libres para los ciudadanos, hay dirigismo del Estado y en él se concentra el poder y decisión de las mayorías en asuntos de carácter comunitario y estatal y de las relaciones exteriores con el resto del mundo. Los ciudadanos no participan, no son consultados, su opinión vale poco, es la camarilla que gobierna quien toma decisiones y ella misma las cambia a su conveniencia, las supervisa con supuestos organismos de control nombrados y administrados por ellos mismos. Se llega a Estados de partido único, gobierno único y permanencia indefinida en el manejo y control del gobierno (no hay quien “destornille” a un socialista de su cargo público un vez lo ocupan). No los cambia nadie, son autócratas y algunos verdaderos dictadores.

Con toda la imperfección que pudiera tener del modelo capitalista liberal, democrático, con libertad individual, economía privada, enfoque de mercado abierto y propiedad privada, con marco electoral, división de poderes y representatividad ciudadana, sería impensable en Colombia aceptar un modelo con socialismo de estado, concentración de poder, acción y decisión sólo en la camarilla que dirige el estado, partido único, ausencia del ciudadano en las decisiones del Estado, perdida de la propiedad privada, de la iniciativa individual y una total autocracia e intervencionismo por parte del estado.

Son todos los ciudadanos lo que tienen que decidir, pero bien informados sobre lo que pierden y ganan en cada modelo económico, político y social. Yo prefiero el que hoy tiene Colombia y no el que se nos quiere imponer por los marchantes actuales, quienes se han tomado la vocería de la ciudadanía, hablando en nombre de “todos los colombianos”, sin ningún derecho para hacerlo, son socialistas y por lo tanto autocráticos. Animo Colombia, no nos dejemos imponer un modelo político y social que no es el nuestro.


[1] Al igual que en Colombia, las marchas (cacerolazos) son un fenómeno de varios países en Latinoamérica, lo cual demuestra que hay detrás de ellas hay una intención y una organización estructuradas, no es algo ocasional o momentáneo.

ECONOMÍA RESILIENTE Y MAL GOBIERNO

  Comentario 07/07/2025   ECONOMÍA RESILIENTE Y MAL GOBIERNO   Por: Carlos Alberto Mejía C. Ingeniero Industrial y Administrativo. ...