lunes, 3 de febrero de 2020

TODOS A LA JEP


Comentario 3/02/2020

Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
            http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com


Como parte del proceso de paz firmado por el gobierno Santos a nombre del Estado Colombiano y los miembros firmantes de las FARC, a nombre del grupo de milicianos que se acogieron al mismo, se crearon dos mecanismos paralelos, con funciones diferentes pero complementarias: la Jurisdicción Especial para la paz (JEP) y la Comisión de la verdad.

La primera, la JEP, con la idea de tener una justicia transicional, especializada y única que se encargara de resolver los problemas de justicia originados en delitos cometidos en razón del conflicto armado, por los participantes, es decir: guerrilleros, miembros del ejército, funcionarios del Estado y particulares, quienes, con ocasión del conflicto, hubieran tenido participación en él y se acogieran a este mecanismo de justicia restaurativa. El fundamento de estas valoraciones judiciales surge de contar la verdad y toda la verdad, para gozar de penas reducidas y alternativas, no privativas de la libertad, siempre que lo contado sí sea verosímil, con una tipificación de las sanciones por tipo de delitos y no en forma individual según su gravedad.

Para este efecto el país se doto de un costoso y complejo sistema de justicia, con salas, magistrados y auxiliares, que hoy opera (hace dos años), sin embargo desde su inicio ha sido sujeto de críticas diversas por su conformación, sus costos, sus privilegios, su supuesta parcialidad hacia los grupos guerrilleros y el sistema de justicia basado en un “borrón y cuenta nueva”, donde los implicados, prácticamente, y aún sin contar la verdad, sin recibir ninguna pena, sin ninguna restricción, continúan ejerciendo actividades políticas, comerciales y civiles, como cualquier otro ciudadano y rodeados de preferencias y seguridades en su protección.

La Comisión de la Verdad, como organismo independiente, pretende acercarse a la misma verdad aproximándose a ella por un medio diferente: la investigación, la indagación y la averiguación de los hechos en las zonas de conflicto para narrar la verdad del conflicto y reconstruir la memoria histórica del país, evitando con ello que éste episodio, trágico y sangriento, vuelva a repetirse.

Ambos, en esencia, se fundamentan en la verdad, anque, como van las cosas, cada uno de estos entes tendrá su propia verdad, irreconciliables entre sí, veamos, especialmente refiriéndonos a la JEP:

La JEP se ha vuelto “el refugio de todos los pecadores”, dado que los más diversos “interesados” han ingresado o han intentado ingresar a este mecanismo de justicia con el pretexto de tener “algo que ver” con el conflicto armado y prometer toda una serie de “revelaciones” que “cambiarán el curso de la historia de Colombia”, por el sólo hecho de que les “borren su pecados y les limpien su pasado”, sin penas privativas de la libertad y con mínimas reparaciones y duraciones. Es evidente que, en estas inverosímiles condiciones de favorabilidad de la ley transicional, cualquier delincuente se quiera postular como candidato a la JEP.

De hecho, a más de los vinculados por ser participantes, responsables y actuantes en el conflicto, para quienes fue generosamente creada, se han tratado de vincular a la JEP (y algunos lo han logrado), intervinientes o indiciados en los delitos del tipo:

·         El crimen de Jaime Garzón
·         El de Luis Carlos Galán
·         “Matanzas” de diferente índole en distintos sitios del país.
·         Los supuestos patrocinadores de la parapolítica.
·         Algunos vinculados con el cartel de la toga.
·         Salvatore Mancuso regresa al país luego de cumplirle a las autoridades Norteamericanas por sus delitos, y por supuesto buscará exculpar sus pecados en Colombia a través de la JEP
·         Los corruptos perpetradores de diversos delitos con el Estado (Odebrecht, entre ellos).
·         Y, no podía faltar, la clase política más corrupta, como es el caso que mencionaremos a continuación.

Por estos días ha sido noticia también la intención de personajes de la política nacional, tales como: Alberto Santofimio, Musa Besaile, Bernardo Noño Elías y Alvaro Ashton, pretendiendo o siendo admitidos en la JEP. Estos personajes en su gran mayoría están vinculados a grandes delitos por corrupción frente al Estado.

Al punto de que la fiscal encargada de la investigación de los delitos de Alvaro Ashton, por el cartel de la toga, completa 6 meses negándose a remitir el expediente solicitado por la JEP, quien le concedió la libertad, porque no existe vinculación en su delito son el conflicto armado. Como ella afirma: “en ningún momento los presuntos sobornos (atribuidos a Ashton) fueron cometidos con ocasión, por causa, en relación o motivados por el conflicto armado” (Tomado de El Tiempo 28 de Enero 2020). Ella misma solicita que la Corte Constitucional dirima esta situación, veamos que dice la Corte una vez conozcamos su fallo.

Pero, para “buen entendedor pocas palabras bastan”, la JEP, lamentablemente desde sus inicios es o se ha convertido en un organismo falto de credibilidad (basta recordar la indolencia con el caso Santrich a quien lo dejaron volar), que puede ser un rey de burlas para la verdad y la justicia reales en Colombia, con grave detrimento y credibilidad en su proceso de paz.

No cabe duda que la Justicia Transicional y la JEP derivadas del proceso de paz, con sus particulares condiciones de impunidad, forman parte esencial de la polarización del país. ¿Cómo se resolverá este profundo descuerdo o el país seguirá polarizado?

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