Comentario 10/02/2020
LA JUSTICIA SOCIAL Y
LA EQUIDAD
Ingeniero Industrial y Administrativo
http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
Las presiones sociales por la obtención de
mejores condiciones de vida son continuas y crecientes en todos los países. Sin
embargo, se afirma que hay dos condiciones que lo impiden: por un lado, la
inequidad que se manifiestan a través de la concentración de la riqueza en unos
pocos y, por el otro, la insuficiencia de las oportunidades de progreso reales para
todos. En consecuencia, por diferentes medios, con diferentes argumentos y con
modos pacíficos o violentos de solicitan mayores niveles de justicia social y de
equidad.
Estos cambios deben comprometer la acción
de los Estados, los Gobiernos, los partidos políticos, los gremios, los
sindicatos y los representantes de diversos movimientos sociales
representativos, así como otro tipo de instituciones, las iglesias y
movimientos religiosos o las organizaciones civiles, por ejemplo. En
consecuencia, lograr mayores niveles de justicia y equidad es una
transformación que compromete a toda la comunidad. Examinemos un poco este
contexto, sus causas, consecuencias y soluciones:
Tradicionalmente se han tenido dos aproximaciones
a este tema: un enfoque socialista y uno capitalista. El primero, el
socialista, concibe al Estado como el gran motor de la economía y por lo tanto
el gran distribuidor de la riqueza a través de los subsidios y los bienes del
Estado. El segundo, el capitalista, concede al sector privado la iniciativa
económica y la generación de riqueza y de oportunidades a través de sus
empresas y su infraestructura.
Sin embargo, la experiencia en el mundo es
que la gran mayoría de países con enfoque socialista, terminan siendo dirigidos
por camarillas privilegiadas las cuales concentran todo el poder y la riqueza
para favorecer a quienes sean sus correligionarios ideológicos, con un marcado
sesgo político, volviéndose claramente estatistas, nacionalistas, discriminatorios
y autocráticos. Están muy cerca los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, por
mencionar solo algunos. En estos esquemas de gobierno, se observan
frecuentemente, además, fenómenos de corrupción y connivencia con delitos como
el narcotráfico, el apoyo a las guerrillas, el tráfico de armas y personas, la
minería ilegal, el contrabando, etc. ¿Se puede decir que esos países han
logrado niveles superiores o notables de justicia y equidad?, claro que no.
Por el contrario, en los países con
preponderancia de la iniciativa privada, de carácter democrático, los Estados
crean las condiciones marco (las reglas de juego) para el desenvolvimiento del
sector privado y sus empresarios, quienes con su libertad económica, el respeto
por la propiedad privada y la iniciativa individual, realizan inversiones en
diversos sectores empresariales para generar progreso, crecimiento y
desarrollo, tales que se traducen en oportunidades y éstas en mayor justicia y
equidad, generalmente en forma amplia para los miembros de la comunidad.
Sin embargo, las estructuras capitalistas
aun siendo democráticas, tienden a concentrar la riqueza, lo cual es obvio, el
empresario, generador de la iniciativa privada, aportante del capital de
inversión y quién corre el riesgo del éxito o del fracaso de su iniciativa de
negocios, tiene derecho a obtener los mayores beneficios y retornos. En el
camino, con su inversión se han beneficiado también los empleados, los
proveedores, las municipalidades y la sociedad en su conjunto, por el sólo
hecho de elevar el progreso, generar crecimiento y propiciar desarrollo
empresarial. Nadie tiene por qué llamarse a engaño con las ganancias que genera
y acumula el empresario privado, si en su creación, se han generado,
simultáneamente, un sin número de oportunidades de trabajo, progreso y
bienestar para otros.
El problema no es que los ricos generen
riqueza, el problema es que la reinviertan en la misma sociedad creando nuevas
oportunidades para otros de los participantes de esa sociedad, bien a través
del pago justo de impuestos o bien a través del crecimiento y desarrollo de sus
actividades productivas y de nuevas oportunidades de negocios que generen a su
vez una mayor demanda de capital humano con conocimientos, competencias y
habilidades.
Pensar en que quienes han generado
riqueza, la compartan con los demás que no la han creado, como lo pregonan los
modelos socialistas y asistencialistas, es un absurdo y un contrasentido.
Debemos generar oportunidades no distribuir la riqueza de aquellos que la han
producido. Estos últimos, con sus impuestos y la reinversión de sus utilidades,
son los que producen nuevas oportunidades y las personas, con su competencias y
habilidades, son las que las capturan y aprovechan.
El propósito es generar progreso,
crecimiento, desarrollo, nueva inversión, condiciones favorables para la inversión
nacional y extranjera, volvernos atractivos, en términos de seguridad personal,
seguridad jurídica y reglas de juego macroeconómicas y fiscales claras y estables,
para que haya más inversión y con ella, más justicia y equidad.
La justicia social no es repartir el
progreso, la riqueza y los bienes lo de los de más capacidad en favor de los de
menor capacidad. Si queremos verdadera justicia social, eduquemos a las
personas y creemos oportunidades que ellos puedan capitalizar con sus
competencias y habilidades. No concibamos la sociedad colombiana como la lucha
de clases (y la generación de odios y rechazos) entre los que tienen bienestar
y los que no lo tienen.