Comentario
14/09/2020
MAMBRÚ SE FUE A LA GUERRA
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
Http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
Entre
las canciones infantiles más populares se encuentra la famosa “Mambrú se fue a
la guerra”, cuya primera estrofa nos enseña que:
Mambrú se fue a la guerra, ¡qué dolor, qué dolor, qué pena!.
Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá.
Do-re-mí, do-re-fa, no sé cuándo vendrá.
En Colombia estamos atravesando
momentos de gran dificultad, originados en las secuelas que en la salud, la
economía y el empleo ha dejado el coronavirus a nivel mundial y, como
consecuencia, en el caso de Colombia, la parálisis en las actividades
productivas, en el comercio exterior, el freno a proyectos de inversiones
nacionales y extranjeros y la ejecución de un esfuerzo enorme con los
presupuestos públicos y de los aparatos Estatales, claramente insuficientes para
superar dichos rigores, con recursos limitados y generalmente ya comprometidos
en aplicaciones de funcionamiento y sociales inmodificables.
En nuestro caso con dos “pandemias”
más, nos acompañan el “binomio de oro” del narcotráfico y la violencia
guerrillera y/o las bandas criminales, por un lado, y otro “binomio de oro”, conformado
por la polarización política enconada y agresiva, acompañada por una insufrible
y enquistada corrupción.
Ahora, lo que hemos visto esta semana
con hordas de encapuchados, en actos de verdadera asonada en diferentes
ciudades del país y lugares en cada municipalidad, nos invita a reflexionar,
quiénes son esos individuos, organizados, estructurados, y con su rostro
oculto, para atacar todo tipo de establecimientos comerciales, bancarios, de
infraestructura urbana, de transporte, de servicios públicos y comunitarios, causando
un enorme caos y perturbación en la comunidad y en su desenvolvimiento y daños y
parálisis con incalculable impacto económico.
Las protestas ciudadanas pacíficas
sobre causas sociales de pobreza, desigualdad de oportunidades, educación,
trabajo, salud, vivienda y bienestar siempre son respetadas y producen una
reflexión y reacción en toda la comunidad. Pero con los actos de violencia y
destrucción de la semana pasada, ¿alguien entendió cuáles son las causas
sociales que defienden esos individuos, distintos del terrorismo y la anarquía?
Ahora, ¿por qué se ocultan tras una capucha? y desatan toda su ira contra la
sociedad, son verdaderos anarquistas, su intención no es construir sino
destruir y con eso crear más caos y desolación para afectar la democracia y las
instituciones. Y Petro azuzándolos, ¿quién se creerá ese candidato
presidencial? y ¿quién será su audiencia?
Tanto los policías que cometieron un
delito, como los vándalos que destruyeron el patrimonio público y privado y la
tranquilidad ciudadana, así como también el incitador, deberían pagar penas de
cárcel y sanciones severas de tipo moral, económico y restricción de su
libertad.
No es ésta precisamente la forma de
mejorar un escenario de desenvolvimiento tal que permita aminorar la pobreza,
la falta de oportunidades, el progreso de los negocios y de las actividades
productivas y el avance en educación, salud y bienestar, así como en investigación,
tecnología, infraestructura pública, privada y urbana, en el desarrollo de
sectores claves, como el agropecuario, el turismo, la agroindustria, los
servicios médicos y hospitalarios, entre otros, y, por supuesto, el comercio
exterior. Todo lo cual si es verdaderamente prioritario para el país.
Los factores negativos mencionados,
lamentablemente, se retroalimentan dinámicamente, generando unas consecuencias
regresivas y muchas complejidades desafortunadas que se multiplican por
doquier. Si alguien preguntara por cuál es la “causa raíz” de la problemática
colombiana, sería imposible señalar hacia un sólo lado. Se está creando un
verdadero “coctel explosivo”, el cual, si no se maneja con cuidado y tino,
podrá afectar severamente las posibilidades reales de recuperación para
construir, con un esfuerzo conjunto y mancomunado, una senda de crecimiento,
desarrollo, progreso social y económico.
Sin embargo, el hecho que, en nuestra
opinión, mayor aceleración les imprimen a todas las problemáticas surgen de la
polarización política, por un lado, y del narcotráfico, por el otro. La primera,
la confrontación política que crea la polarización no es sana, es destructiva,
ya que bloquea las distintas iniciativas y gestiones por integrar una comunidad
con afinidad de intereses y de esfuerzos, tales que permitan decir el famoso
refrán de “la unión hace la fuerza”.
La segunda, el narcotráfico, es un
generador inmenso de desplazamiento, violencia, destrucción ambiental y
deterioro de las normas y principios comunitarios éticos, constructores del
respeto y de la igualdad de derechos y oportunidades. El enriquecimiento fácil
a través de la producción y comercialización de estupefacientes es y será un
motivo de violencia, corrupción, lavado de activos, contrabando, perversión de
la juventud y serios problemas de adicción y deterioro de la salud física y
mental en la población.
Si cambiamos la palabra “Mambrú”, en
la canción infantil mencionada al principio, por la de Colombia, concluiríamos
que nos estamos yendo a la guerra, por el desespero y la desolación en que
estamos, si no reaccionamos todos con verdadera vocación de patria. Esa
infantil canción, termina en sus estrofas, como sigue, lo cual esperamos que no
sea aplicable al país:
Por allí viene un paje, ¡qué dolor, qué dolor, ¡qué traje!
por allí viene un paje, ¿qué noticias traerá?
Do-re-mí, do-re-fa, ¿qué noticias traerá?
Las noticias que traigo, ¡del dolor, del dolor me caigo!
las noticias que traigo son tristes de contar,
Do-re-mí, do-re-fa, son tristes de contar.
Que Mambrú ya se ha muerto, ¡qué dolor, qué dolor, qué entuerto!,
que Mambrú ya se ha muerto, lo llevan a enterrar.
Do-re-mí, do-re-fa, lo llevan a enterrar.
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