martes, 22 de diciembre de 2020

EL GIRO TOTAL

 Comentario 14/12/2020

EL GIRO TOTAL

 

Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/

Resueltas las elecciones presidenciales norteamericanas, el mundo entero respira un aire diferente, más fresco, más relajado y más optimista en sus relaciones con USA. Hay que decirlo con franqueza, el presidente Trump había afectado esas relaciones con su estilo cascarrabias, de matón de barrio, de prepotencia y de dominancia.

El principio que empleo de “América primero y para los americanos”, lo desconectó gravemente del mundo, perdiendo su papel de liderazgo, para cambiarlo por el de las contradicciones y las confrontaciones, de una manera populista y nacionalista malsanas y contradictorias: el país de los inmigrantes quería asilarse del mundo.

Muchas cosas cambiaron con la administración Trump, algunas de las cuales no se resolverán sólo porque haya un cambio en la Presidencia de Estados Unidos, habrá que “tejer de nuevo la urdimbre y la trama”, pues lo que se había generado es un ambiente de desconfianza y de rechazo por la actuación norteamericana.

Su actitud es tal que ha persistido en desconocer la elección de su contrincante, Joe Biden, elección que ya se reafirmó por la Corte Suprema de Justicia y por los delegados electorales de ese país. Si bien de Trump se esperan las llamadas “jugaditas” para obstaculizar el inicio del gobierno de su contendor, volverlo difícil y difuso, creándole un mal ambiente, por un lado, y para preparar su futura reelección, por el otro, pues espera participar de nuevo en las elecciones del 2024.

¿Qué le ha hecho Trump al mundo?

Comencemos por decir que altero el orden mundial multilateral, que con dificultad se diseñó y se construyó después de la segunda guerra mundial, para Trump, el multilateralismo es inconveniente y las instituciones multilaterales también, evidentemente por ser organizaciones no hegemónicas y no dependientes solamente de la visión “trumpista”, o del aporte económico de su país al funcionamiento de estos organismos.

Entre los factores de afectación están sus ataques a la Organización Mundial de Comercio (OMC), con su actuación proteccionista y en algunos casos desafiante como en el caso de China, con o sin razones, está por verse, a quien acusó de crear y diseminar por el mundo el virus del Covid 19, así como de espionaje tecnológico, científico, político y social, con severa afectación a los intereses norteamericanos. El problema de la pandemia lo llevó también a una confrontación malsana con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los chinos en su hegemonía, pero también en su sabiduría y astucia, reaccionaron ampliando su comercio mundial con otros países, al punto de ser la única economía desarrollada que crecerá en el 2020.

Ni que decir frente a los acuerdos para afrontar el cambio climático en el mundo, ¡que desastre¡, Trump asumió una posición negacionista, desconociendo el tremendo impacto que el propio ser humano está causando al medio ambiente y su necesaria corrección, so pena de tener un mundo lleno de desastres y con muy poca capacidad de recuperación, es decir, con daños irreversibles. Esta actitud se convirtió en un verdadero desafío a la conciencia ecológica y frente al medio ambiente que paulatinamente toda la humanidad ha desarrollado para cuidar nuestro planeta, el único que tenemos.

Sus posiciones desafiantes, también, de los acuerdos mundiales de defensa y de control de armamentos, los cuales en esencia buscan la protección de la raza humana y su hábitat ante el peligro de confrontaciones nucleares o de inopinadas guerras con interminables muertos y destrucción. Otra “patada trumpista” a la humanidad.

Su actitud racista, segregacionista, discriminatoria, anti-inmigratoria y, en algunos casos revanchista, con poblaciones, razas y comunidades, verdaderamente nos trajeron a la mente las épocas fascistas de los más connotados dictadores que ha tenido la humanidad. Baste mencionar el muro con México. Muchas heridas han quedado, las cuales tardarán años en sanar, si es que se logra, con reflexión y superación, pasar estas páginas decadentes de la historia norteamericana.

No escapó a la mente de Trump una actitud verdaderamente imperialista e intervencionista, donde condicionó su relacionamiento con otras naciones a actitudes de subordinación o sumisión, lejanas a la relación armoniosa entre naciones, las cuales, aún con pensamientos políticos o sociales diferentes, pueden complementar sus esfuerzos de crecimiento y desarrollo.

Las barreras sicológicas o físicas que creo, con muchas de sus medidas y declaraciones, resultaban más un desafío arrogante ante los problemas de pobreza o falta de oportunidades de las personas en las naciones menos desarrolladas, quienes siempre vieron en el “sueño americano” una oportunidad para ellos y sus familias.

Es cierto, claro está, que los Estados Unidos tiene todo el derecho a defender sus fronteras, su economía o su vida política y social, sin embargo, no lo es menos que su condición de país de inmigrantes le dio un carácter preponderante en el resto del mundo quien veía en su capacidad y en su liderazgo una oportunidad para superar muchos problemas de pobreza. Esperemos que el nuevo presidente, Biden, normalice las relaciones de su país con el mundo y que no tenga una visión de marcado acento populista, por un lado, o imperialista, por el otro, que puedan ser otra fuente de contradicción.

lunes, 7 de diciembre de 2020

LA COQUITA

 Comentario 07/12/2020

LA COQUITA

Por: Carlos Alberto Mejía C.

Ingeniero Industrial y Administrativo.

 

El año 2020 se recordará como uno de los más difíciles en la historia reciente, de hecho, la revista time acaba de calificarlos como uno de los peores años en la historia de la humanidad. Se han presentado todo tipo de adversidades por condiciones climáticas, de guerras de origen político, religioso o territorial, de hambrunas, de desplazamientos humanos, de pandemias y endemias, de racismo y discriminación, de persecuciones políticas o ideológicas, de populismos o nacionalismos malsanos, de pobreza y desempleo como consecuencia del covid, de graves problemas de salud, de negocios quebrados o en muy mala situación de solvencia y solidez, de mercados cerrados, de falta de cosechas, de parálisis en la demanda de muchos bienes o servicios, especialmente de las materias primas y los productos primarios, de presupuestos agotados, problemas con la continuidad de los servicios públicos, especialmente en la educación, en fin, la lista es como interminable y cada país tiene su propia versión de lo difícil de año.

En Colombia en el último término estamos sumando, además, graves problemas de inundaciones, afectación por huracanes, pérdida de cosechas, fuerte desempleo, flujos migratorios venezolanos, problemas con las vías y el transporte por el mal estado de las carreteras o las escasas redes ferroviarias, y los consabidos problemas de guerrillas, deterioro del orden público, altos índices de violencia, trata de personas, narcotráfico y bandas criminales, sin olvidar las explotaciones ilegales de minas y canteras y la destrucción de boques y fuentes de agua.

Alguien podrá pensar, y tiene la razón, que la mayoría de esos problemas han existido desde muchos años atrás, pero cuando todo se presentan simultáneamente y con tanta fuerza, crean una sinergia entre ellos que multiplica su impacto negativo y destructor.  Es así como los niveles de vida y la calidad de vida se deterioran, de hecho, se estima que, de 2 a 4 millones de personas de la clase media, de los aproximadamente 30 millones que existen en Colombia, se “rodarán” a escenarios de pobreza, capitulo donde habíamos ganado una gran recuperación en los últimos diez años. Posiblemente, se tardará varios años el país para que estas personas y sus familias restablezcan su posición anterior de bienestar de vida y capacidad de compra.

De hecho, se estima que el proceso de recuperación económica, en general, podrá tomarse hasta el año 2025 para restablecerse a los niveles anteriores a la pandemia del Covid 19. En algunos aspectos, el proceso tomará más tiempo y aún hasta una década para su normalización.

¿Qué sigue?, en nuestra opinión, lo que estamos viendo hoy, “la coquita”, con lo cual queremos decir que todas las personas, gremios, productores, negociantes, actividades sociales de todo tipo, instituciones, etc. verán al Gobierno como su fuente de solución con los recursos del Estado. Sin embargo, el Estado no dispone de fondos y capacidades infinitos para poder ayudar en tantos frentes.

De hecho, el Estado desbordará este año los límites del déficit fiscal hasta el 9.48% del PIB, cifra impensable en la época pre pandemia, y llegaremos a niveles de endeudamiento del gobierno cercanos al 70% del PIB, también nunca visto en el desempeño de nuestro país. Aun así, ese esfuerzo no será suficiente para atender la ingente demanda de recursos para superar las más variadas dificultades.

Lo malo es que este déficit fiscal y el endeudamiento hay que pagarlos a punta de impuestos y contribuciones que no se sabe de dónde van a salir, primero, por la propia situación económica y social, y segundo, porque el ciudadano colombiano es muy mal pagador de impuestos. Baste mencionar que el 95% del impuesto de renta que se recauda lo pagan las grandes empresas y el resto, las pequeñas y medianas y los ciudadanos. Si no fuera por el IVA, los ciudadanos prácticamente no pagarían impuestos

¿Qué hacer?, necesariamente ser rigurosamente selectivos para canalizar los escasos recursos del Estado a sectores sociales y económicos prioritarios y comprender que no podemos llenar la “coquita” que saca todo el que tenga dificultades en sus actividades, esperando que el Estado se la llene.  Por esa vía terminaríamos socializando las pérdidas y privatizando las ganancias, de los sectores que poco a poco se recuperen. Prioridades como la infraestructura y la vivienda hacen un gran sentido en la generación de nuevos puestos de trabajo, pero se requiere actuar rápido y en forma contundente.

Lo segundo, son los grandes esfuerzos mancomunados y solidarios de los sectores privados, bajo la comprensión, de nuevo, que “la unión hace la fuerza”. No es mucho pedirle al sector privado que ayude a estimular la demanda con ofertas y facilidades de especial significación para los consumidores, como ya está sucediendo.

Y, por supuesto, lo tercero y quizás lo más importante, son los esfuerzos individuales, personales o familiares, para recuperar la confianza, restablecer gradualmente el consumo y el ahorro y poner todo su empeño en que el país se recupere, cada uno desde su “trinchera”, pero todos “disparando” para el mismo lado. Hoy más que nunca parece ser conveniente que “colombiano compre colombiano”, y que los productores del país se esmeren por ofrecer lo mejor de su calidad, variedad y precios.

ECONOMÍA RESILIENTE Y MAL GOBIERNO

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