viernes, 16 de noviembre de 2018

¿CON MERMELADA O SIN ELLA?


Comentario 8/10/2018



Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo

Desde que un conocido ex – ministro, Juan Carlos Echeverri, emitió el concepto “hay que poner mermelada en toda la tostada” para referirse a los “beneficios” que se debían otorgar a determinados integrantes de la clase política por sus trámites favorables a las iniciativas del Gobierno en el Congreso o en los demás organismos del Estado, el país acuño el término mermelada como sinónimo de corrupción. Estos beneficios se referían al otorgamiento de cargos públicos, al favorecimiento ante los entes del Estado o, inclusive, a compartir parte de las erogaciones presupuestales dirigidas a determinados proyectos de desarrollo, regional o nacional, en forma directa o indirecta para engrosar los bolsillos de los involucrados en Colombia o en el exterior.

En realidad tenemos que decir que esa mermelada se repartía por “toda la tostada” tanto en el sector público como en el sector privado, por mecanismos diversos de contratación o licitación del Estado o por el propio sector privado en sus “amigables composiciones” para ganarse las licitaciones del Estado, como en el caso de Odebrecht en los contratos de vías 4G, por ejemplo.
Desafortunadamente, el concepto de la mermelada se generalizó e invadió también las campañas políticas, con un poder corruptor inimaginable y terriblemente pernicioso. Así, muchos de nuestros gobernantes, empresarios o miembros de la clase política gozan del despreciable calificativo de estar “enmermelados” y, desafortunadamente, sin ningún tipo de censura, sanción o castigo eficaz de la justicia o de la sociedad.

Esta costumbre de enmermelar para poder actuar se volvió práctica corriente en la relación de los órganos del poder público (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) tanto como en los organismos de vigilancia y control, entre ellos mismos y con las entidades privadas, a tal punto que los asuntos de interés para el país, para poder desarrollarse, quedan supeditados al “color, sabor y cantidad” de la mermelada disponible.

Hay verdaderos líderes en este tema y grupos vinculados a la mermelada, los cuales ya se denominan como carteles, como los famosos noños, o los carteles de los contratos de obras públicas, los de la hemofilia, la educación, la salud, las pensiones, la justicia, etc. Terrible práctica que echó raíces en nuestra cultura y costumbres con los más perniciosos y nocivos resultados para la ética pública y privada, y para la eficiencia y la eficacia del país como productor de bienes o servicios.

De hecho, esto es parte del llamado “costo país”, es decir, el costo adicional de hacer las cosas bien en Colombia debido a sus condiciones de infraestructura, desarrollo, legislación, trámites y coimas, frente a países de condiciones comparables.

Por ejemplo, el país paga un sobre-costo en el precio de los bienes y servicios debido al costo de su operación logística, por la mala dotación de vías o su deficiente infraestructura de transporte terrestre, marítimo o aéreo, además por tener centros se producción muy lejos de las costas para poder exportar/importar.
Así mismo puede argumentarse que el país paga un costo adicional por concepto de mermelada para toda la tostada, lo cual lo deja en posiciones competitivas y de desarrollo con un gran atraso frente a lo que se podría disponer por sus condiciones geográficas, de climas, territorios, ciudades y dotación industrial agropecuaria, minera, energética y de servicios sociales. Además frente al natural y notable ingenio de los colombianos para hacer “empresas y empresarios” formales e informales.

Es indudable que Colombia, desafortunadamente, tiene un gran costo país por su atraso en muchos frentes de su desarrollo, pero, sin lugar a dudas, buena parte de este atraso se debe también a la cultura y costumbre de enmermelar para poder actuar. ¿Y cómo hacemos para afrontar esta maligna herencia de nuestro pasado y obrar con juego limpio en los asuntos del Estado?

Por supuesto podemos decir que se requiere una vigilancia, control y justicia que castiguen con severidad estos actos y lo debemos tener, pero, ¿cuando la sal se vuelve insípida, con qué se salará? Desgraciadamente, estos mismos organismos y poderes están untados frecuentemente de la misma mermelada.

El gobierno Duque- Ramirez le ha planteado al país una nueva regla de juego en los asuntos del Estado, no usar la mermelada como condición para su buen funcionamiento, pero, como consecuencia, se ha creado una reacción inconveniente en la clase política, fruto de la enraizada cultura y la mala costumbre de enmermelar para poder actuar.

Además, este gobierno ha planteado un gabinete de ministros técnicos e independientes de la clase política, sin consultar a los directorios políticos ni hacer milimetría con los partidos en el congreso para buscar su apoyo en los asuntos prioritarios de país.

Sin embargo, a pesar del apoyo ciudadano al nuevo presidente con la votación para su elección y del éxito de la consulta anticorrupción, el resultado final es que ha perdido gobernabilidad, es decir, capacidad para gobernar, especialmente frente al Congreso y las Cortes. ¿Será posible que el país esté condenado a vivir enmermelado y que los ciudadanos no podamos reaccionar frente a esta conducta de muchos políticos?

ECONOMÍA RESILIENTE Y MAL GOBIERNO

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