Comentario
15/10/2018
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y
Administrativo
Uno de mis profesores en la
universidad decía con gran sabiduría, “muchas prioridades son ninguna
prioridad”. Y, por supuesto, esto parece estarle sucediendo a Colombia, todo es
urgente, prioritario e inaplazable. Es decir, no tenemos claridad sobre qué es
lo verdaderamente importante e impactante.
El difunto, inolvidable y
desafortunadamente asesinado Dr. Alvaro Gómez Hurtado[1] le hablaba al país de la
necesidad de tener un “acuerdo sobre lo
fundamental”, es decir, por encima de los partidos, las ideologías, los
intereses individuales o regionales. Existen algunos temas que son centrales y
fundamentales para el país, en términos académicos diríamos que estratégicos,
es decir que permitirían trasformar a largo plazo la realidad colombiana para
llevarla a niveles de progreso superiores, si nos concentramos en ellos.
Por supuesto, para lograrlo
hay primero que identificarlos, aceptarlos como la fundamental y decididamente
trabajar por ellos con el compromiso de todos los órganos del Estado
(Ejecutivo, Legislativo y Judicial), la clase política, la clase dirigente, el
empresariado, las ONG y las personas de a pie, para significar con ello que de
alguna manera lograríamos que toda la ciudadanía también participara en la construcción
de estas soluciones y en el logro y beneficio de esos resultados.
Sin embargo, toda elección
significa una aceptación y una renuncia, cuando elegimos algo como lo
fundamental, renunciamos al logro de otras cosas, lo cual no significa que los otros
elementos concurrentes o complementarios con el elegido no sean importantes por
sí mismos, sino que simplemente no tienen la oportunidad, la trascendencia, el
impacto, la cobertura necesarias o la disponibilidad de los recursos para ejecutarlos
y favorecer a la mayor parte de la comunidad y sus regiones. Además, cuando los
recursos son escasos, más prioritario y necesario es hacer la elección
correcta.
Esta es una cultura muy
difícil de lograr, porque los humanos vemos nuestras necesidades como las
prioridades, lo cual nos impide, frecuentemente, reconocer la bondad de otras
iniciativas aunque no nos resuelvan directamente las nuestras. Ahora, si
logramos una visión de país, de largo plazo, tal que nos enfoque en “el acuerdo
sobre lo fundamental” estaríamos dando el primer y más importante paso para
lograrlo. Por ejemplo, y para mencionar sólo un caso, los países que han sufrido
las calamidades de la guerra, han fijado sus prioridades nacionales para poder
reconstruirse y han comprometido a todos los estamentos de la sociedad, sin
excepción, al logro de esos objetivos.
El principio es sencillo de
entender, cuando se alinea el pensamiento de una comunidad sobre lo
fundamental, como consecuencia se alinea la acción y las prioridades se vuelven
meridianamente claras para todos los participantes de dicha comunidad, sean
instituciones o personas.
En sentido contrario, si no se
alinea el pensamiento, no se alinea la acción y cada uno seguirá pensando que
lo suyo, sea individual, de un grupo particular o de una región específica, es
lo prioritario y lo seguirá reclamando como lo que debería identificar al
colectivo de esa nación o de esa región. Por supuesto, por ese camino, difícil
progresar y ser verdaderamente asertivos en el logro de “el acuerdo sobre lo
fundamental”, de disponer de la visión compartida y de la acción colectiva
sinérgica para lograrlo.
Otro fenómeno desafortunado es
no sólo no tener dicho acuerdo, sino además tener demasiadas prioridades, es
decir, ninguna prioridad, como decíamos al principio. Los países tienen una
dotación natural o desarrollada de factores comparativos ventajosos con
relación a otros países, con los cuales se relacionan o comercialmente compiten
en sus bienes, productos y servicios. Un buen esfuerzo es la identificación de
esas “ventajas comparativas” para apoyar el desarrollo de los “temas
fundamentales”, que han sido seleccionados como la visión colectiva. En el caso
colombiano, por ejemplo, es ventajosa la dotación agropecuaria pero aún muy
pobre su desarrollo. Si se trabaja en esas ventajas comparativas,
paulatinamente se transforman en ventajas competitivas, es decir, sin iguales y
tan bien desarrolladas o aprovechadas que apalancan la construcción de “lo
fundamental”.
Bien haríamos, llevados de la
mano del nuevo gobierno Duque-Ramírez, en buscar esa visión común y el acuerdo
sobre lo fundamental. Para ello se necesita un liderazgo singular, para superar
barreras, diferencias, y preferencias políticas, ideológicas o particulares.
Esto permitiría concentrar los esfuerzos de su gobierno en lo esencial, hoy,
por el contrario, vemos que todavía está muy dispersa la acción del nuevo
mandato.
Además, en nada ayuda la
polarización política que el país ha padecido en los últimos años y que
continúa como un elemento director del pensamiento regional, individual o
nacional. Se requiere un liderazgo excepcional para que Colombia llegue a un
acuerdo sobre lo fundamental, que bien merece y necesita, para que no le ocurra
que: “el que mucho abarca, poco aprieta”.
[1]
Álvaro Gómez Hurtado (Bogotá, 8 de mayo de 1919 -
Bogotá, 2 de noviembre de 1995) fue un abogado, político, escritor y periodista
colombiano. Era hijo de Laureano Gómez, quien fue
presidente de Colombia entre 1950 y 1951, fue asesinado en Bogotá
del jueves 2 de noviembre de 1995,