viernes, 16 de noviembre de 2018

EL QUE MUCHO ABARCA …


Comentario 15/10/2018



Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo

Uno de mis profesores en la universidad decía con gran sabiduría, “muchas prioridades son ninguna prioridad”. Y, por supuesto, esto parece estarle sucediendo a Colombia, todo es urgente, prioritario e inaplazable. Es decir, no tenemos claridad sobre qué es lo verdaderamente importante e impactante.

El difunto, inolvidable y desafortunadamente asesinado Dr. Alvaro Gómez Hurtado[1] le hablaba al país de la necesidad de tener un “acuerdo sobre lo fundamental”, es decir, por encima de los partidos, las ideologías, los intereses individuales o regionales. Existen algunos temas que son centrales y fundamentales para el país, en términos académicos diríamos que estratégicos, es decir que permitirían trasformar a largo plazo la realidad colombiana para llevarla a niveles de progreso superiores, si nos concentramos en ellos.

Por supuesto, para lograrlo hay primero que identificarlos, aceptarlos como la fundamental y decididamente trabajar por ellos con el compromiso de todos los órganos del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), la clase política, la clase dirigente, el empresariado, las ONG y las personas de a pie, para significar con ello que de alguna manera lograríamos que toda la ciudadanía también participara en la construcción de estas soluciones y en el logro y beneficio de esos resultados.

Sin embargo, toda elección significa una aceptación y una renuncia, cuando elegimos algo como lo fundamental, renunciamos al logro de otras cosas, lo cual no significa que los otros elementos concurrentes o complementarios con el elegido no sean importantes por sí mismos, sino que simplemente no tienen la oportunidad, la trascendencia, el impacto, la cobertura necesarias o la disponibilidad de los recursos para ejecutarlos y favorecer a la mayor parte de la comunidad y sus regiones. Además, cuando los recursos son escasos, más prioritario y necesario es hacer la elección correcta.

Esta es una cultura muy difícil de lograr, porque los humanos vemos nuestras necesidades como las prioridades, lo cual nos impide, frecuentemente, reconocer la bondad de otras iniciativas aunque no nos resuelvan directamente las nuestras. Ahora, si logramos una visión de país, de largo plazo, tal que nos enfoque en “el acuerdo sobre lo fundamental” estaríamos dando el primer y más importante paso para lograrlo. Por ejemplo, y para mencionar sólo un caso, los países que han sufrido las calamidades de la guerra, han fijado sus prioridades nacionales para poder reconstruirse y han comprometido a todos los estamentos de la sociedad, sin excepción, al logro de esos objetivos.

El principio es sencillo de entender, cuando se alinea el pensamiento de una comunidad sobre lo fundamental, como consecuencia se alinea la acción y las prioridades se vuelven meridianamente claras para todos los participantes de dicha comunidad, sean instituciones o personas.

En sentido contrario, si no se alinea el pensamiento, no se alinea la acción y cada uno seguirá pensando que lo suyo, sea individual, de un grupo particular o de una región específica, es lo prioritario y lo seguirá reclamando como lo que debería identificar al colectivo de esa nación o de esa región. Por supuesto, por ese camino, difícil progresar y ser verdaderamente asertivos en el logro de “el acuerdo sobre lo fundamental”, de disponer de la visión compartida y de la acción colectiva sinérgica para lograrlo.

Otro fenómeno desafortunado es no sólo no tener dicho acuerdo, sino además tener demasiadas prioridades, es decir, ninguna prioridad, como decíamos al principio. Los países tienen una dotación natural o desarrollada de factores comparativos ventajosos con relación a otros países, con los cuales se relacionan o comercialmente compiten en sus bienes, productos y servicios. Un buen esfuerzo es la identificación de esas “ventajas comparativas” para apoyar el desarrollo de los “temas fundamentales”, que han sido seleccionados como la visión colectiva. En el caso colombiano, por ejemplo, es ventajosa la dotación agropecuaria pero aún muy pobre su desarrollo. Si se trabaja en esas ventajas comparativas, paulatinamente se transforman en ventajas competitivas, es decir, sin iguales y tan bien desarrolladas o aprovechadas que apalancan la construcción de “lo fundamental”.

Bien haríamos, llevados de la mano del nuevo gobierno Duque-Ramírez, en buscar esa visión común y el acuerdo sobre lo fundamental. Para ello se necesita un liderazgo singular, para superar barreras, diferencias, y preferencias políticas, ideológicas o particulares. Esto permitiría concentrar los esfuerzos de su gobierno en lo esencial, hoy, por el contrario, vemos que todavía está muy dispersa la acción del nuevo mandato.

Además, en nada ayuda la polarización política que el país ha padecido en los últimos años y que continúa como un elemento director del pensamiento regional, individual o nacional. Se requiere un liderazgo excepcional para que Colombia llegue a un acuerdo sobre lo fundamental, que bien merece y necesita, para que no le ocurra que: “el que mucho abarca, poco aprieta”.


[1] Álvaro Gómez Hurtado (Bogotá, 8 de mayo de 1919 - Bogotá, 2 de noviembre de 1995) fue un abogado, político, escritor y periodista colombiano. Era hijo de Laureano Gómez, quien fue presidente de Colombia entre 1950 y 1951, fue asesinado en Bogotá del jueves 2 de noviembre de 1995,

ECONOMÍA RESILIENTE Y MAL GOBIERNO

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