Comentario
03/09/2018
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y
Administrativo
Dos grandes enfoques sobre los
países han estado en boga en los modelos de desarrollo social y económico que
han tenido éxito más o menos destacado en los últimos años: redistribución de
la riqueza o redistribución del crecimiento[1]. En una forma sucinta
veamos que significan cada uno de ellos en sus características y cualidades.
Para buscar disminuir las
desigualdades, sin salirse de una economía de corte capitalista, el mayor
exponente del modelo de distribución de la riqueza son los países de la
comunidad europea de naciones, cuyo enfoque obedece a los llamados Estados de Bienestar,
según los cuales, los Estados tienen que velar por el bienestar de las
personas, en su salud, educación, protección para la vejez y bienestar social (deporte,
recreación y cultura), independientemente del crecimiento económico de sus
respectivas economías. Como resultado, la economía europea lleva muchos años de
un bajo y lánguido crecimiento económico (PIB), si bien ha disminuido en forma
notoria la desigualdad.
Por el otro lado, hay países
que, sin perder de vista la diminución de las desigualdades, le ha apuntado al
crecimiento económico, para generar más oportunidades, tales que permitan que
todos los individuos puedan acceder a niveles de calidad de vida superiores y,
por supuesto, al cubrimiento de sus necesidades básicas en salud, educación,
vejez y bienestar social. Nos referimos a los países del sudeste asiático donde
existen altísimos niveles de PIB per cápita (Taiwán, Singapur, Malasia, Corea
del Sur, etc.). Todos estos países les apuntaron a modelos basados en el
crecimiento y la economía abierta.
Un caso un poco diferente,
pero basado también en el crecimiento es el de China, quien, conservando un
fuerte control político en su gobierno, logró salir de grandes niveles de
pobreza apuntándole al crecimiento económico, con lo cual ha logrado crear una
amplia clase media, si bien persisten niveles de desigualdad entre sus
ciudadanos. Su preocupación no fue salir de la pobreza distribuyendo la riqueza
existente, sino crear más riqueza a partir del crecimiento para, efectivamente,
disminuir la desigualdad y la pobreza. De hecho, este inmenso país hoy posee
grandes empresarios, los cuales están invirtiendo por todo el mundo para
diversificar su economía y capturar nuevas oportunidades de crecimiento y
desarrollo.
En Colombia tenemos la
tendencia a pensar en el Estado benefactor, donde se espera que el presupuesto
público les resuelva a las personas sus necesidades básicas, mediante un
pensamiento centrado en la distribución del ingreso y la riqueza. De hecho,
esta manera de pensar invade también al sector privado quien espera que sea el
Estado quien le genere oportunidades de desarrollo y le soluciones los
problemas cuando algún sector económico no va bien, tiene dificultades o está
en fase declinante de su negocio. Por supuesto, los partidos políticos y los
corruptos son favorecedores de un Estado fuerte e interventor.
Como resultado en Colombia
tenemos una economía endeble, con bajo crecimiento económico, un PIB per cápita
aún muy bajo y un nivel de desarrollo insuficiente. De hecho, el Estado ha
acumulado grandes déficits y elevado endeudamiento y sectores como los de
salud, pensiones, infraestructura, servicios comunitarios, etc. son
deficitarios o insuficientes para las necesidades del país.
Colombia está estrenando nuevo
gobierno, el cual tiene la oportunidad de cambiar paulatinamente las cosas,
para empoderar al sector privado y sus ciudadanos y disminuir la injerencia del
Estado, concentrando sus esfuerzos en crear condiciones que favorezcan el
desarrollo y el crecimiento de las empresas y los empresarios formales o
informales y, por esta vía, a toda la comunidad.
De hecho, el plan de gobierno
del Presidente Duque, contempla el empresarismo, como uno de sus pilares, y la
diminución de impuestos, cargas y trabas al sector empresarial privado,
apoyándolo en desarrollar a profundidad los mercados nacionales e
internacionales donde participamos.
Sin embargo, de todos los
sectores y grupos económicos y sociales se sigue esperando que sea el Estado
quien les soluciones sus problemas. Esto no debe ser así y requiere, por
supuesto, un cambio de mentalidad y de conducta frente al Estado y frente al
desarrollo de los negocios. Es el empresario quien tiene que hace empresa y es
el estado quien tiene que crear condiciones favorables para hacer empresas
exitosas, sin un intervencionismo ni dirigismo de la economía. No es fácil
cambiar este “chip”, pero los ejemplos que hemos dado de los países asiáticos
demuestran que si es posible. Hay que crear cultura, mentalidad y tener un poco
de sacrificio mientras el camino se “endereza”.
El Estado Colombiano y sus ciudadanos
no pueden seguir con una visión paternalista y proteccionista de la misión del
Estado frente a la economía y a los problemas sociales. El Estado debe
concentrase en crear condiciones adecuadas para que la economía crezca muy bien
y por esta vía generar oportunidades para todos. Acabar la desigualdad y la
pobreza completamente no será posible nunca, pero, con seguridad, habrá menos
pobres y menor pobreza, más clase media y más oportunidades, con gente más
preparada para capturarlas. Necesitamos más empresarios y más empresas, que
hagan empresa sin esperar que el Estado la haga por ellos.
[1]
Nos referimos a modelos de economía abierta, de tipo
capitalista, con preminencia del sector privado, antes que del Estado, salvo en
el caso de China que ha sido capaz de mantener un fuerte Estado y gobierno
centralizado, pero el cual no le ha “robado” la actuación al sector privado
nacional o internacional en su desarrollo económico.