Comentario 14/10/2019
EL EFECTO QUITO
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
En las últimas semanas el mundo vio con horror, sorpresa y
temor las agresivas movilizaciones sociales en la ciudad de Quito, Ecuador,
ciudad tradicionalmente pacífica, tranquila, histórica y aún, por su altura, un
poco melancólica, donde sus ciudadanos son trabajadores amables y muy
hospitalarios.
Una verdadera horda, esencialmente de indígenas
provenientes de sus sierras y sus selvas amazónicas, invadieron la ciudad para
reclamar demandas sociales, exigiendo la derogación de un decreto de supresión
de subsidios a la gasolina que por muchos años había “favorecido a la
población”, con costos inmensos para las finanzas públicas. La intención del
presidente Lenin Moreno era dedicar los recursos de esos subsidios al
combustible a necesidades prioritarias de los sectores sociales, incluido el
campo, ante la insuficiencia del país en recursos por su alto déficit fiscal y
su endeudamiento externo. El pago de la gasolina sin subsidios ayudaría a las
finanzas del Estado e impediría que sectores pudientes se beneficiaran de los
mismos, pero, por supuesto, con sacrificio de toda la población por las alzas
que se derivan del incremento en el costo del transporte. Todo esto sucede en
el marco de un acuerdo de apoyo del FMI a Ecuador, llamado por los
manifestantes el “paquetazo”.
Independientemente de las razones económicas, sociales y de
país que hayan movido al Presidente Moreno y su Gobierno a tomar dichas
decisiones y a revocarlas finalmente, al juzgamiento que se haga del alza de la
gasolina como exagerada e inoportuna, lo que llama la atención son tres cosas:
1.
La inmediata, organizada, beligerante y masiva
reacción de las poblaciones indígenas, con la consigna que “ellos logran lo que
se proponen y que ya han tumbado muchos Presidentes”. Más de 50.000 indígenas,
se dice, que llegaron a Quito, con armas arrojadizas y de contusión de todo
tipo. Las invasiones, quemas, toma de predios, daños a instalaciones, afectación
a edificios e infraestructura públicos, a la Fiscalía, a la Contraloría, a la
Asamblea Nacional, a los parques, a los vecindarios, etc., son de tal
virulencia y destrucción que parecían hordas de aguerridos, coordinados y
entrenados guerreros en medio de un combate contra todo y contra todos. Los manifestantes
agredieron también a los ciudadanos que no los respaldaban y que solicitaban su
tranquilidad para buscar el diálogo y la solución pacífica y por las vías
institucionales.
2.
La violencia destructora de las marchas
indígenas, bajo el argumento de la represión oficial, realizó actos
verdaderamente vandálicos contra las instalaciones públicas y contra el centro
histórico de Quito, una verdadera joya de la historia y la cultura. Los daños
son incalculables y la destrucción, tal como si fuera un campo de batalla. Ver
a Quito ardiendo en diversas zonas de la ciudad durante el día y la noche ha
sido una escena absolutamente sobrecogedora. La aceptación para sentarse a una
mesa de diálogo con el Gobierno se produjo sólo una semana después de los
incidentes de violencia y de la represión de las autoridades quiteñas. Según se
vio en la sesión inicial de estas conversaciones, el tono y el mensaje de los
demandantes, especialmente los indígenas, era verdaderamente altisonante, no
indicado para favorecer un examen reposado y constructivo.
3.
Rápidamente las protestas derivaron el rechazo
a la figura de Moreno como Presidente, a
la solicitud de nuevas elecciones anticipadas y a la clara manifestación
del anterior Presidente, Rafael Correa, indicando su disposición de regresar a
la Presidencia del País, “si fuera necesario”. Es claro que los “correistas
(seguidores de Rafael Correa)” de Ecuador han sido fuertes opositores al Gobierno
de Lenin Moreno y que la oposición es enconada y dura, por las demandas de éste
último no sólo de tipo político, sino también penal al expresidente Correa,
quien se encuentra refugiado en Bruselas.
Mientras todo esto sucede en Quito, desde Venezuela,
Diosdado Cabello, el segundo al mando de ese país, manifestaba: “lo que está pasando en Ecuador, va para
Colombia, Dios me oiga, amén, va para Colombia”. Simultáneamente se
realizaban en ese también vecino país diversas reuniones entre autoridades
venezolano-cubanas con miembros del grupo correista del Ecuador, incluido
Rafael Correa, quien se dice asesor de Maduro y consultor de su gobierno, según
la publicación de El Mundo de España.
No hay que ser tremendamente suspicaz ni perspicaz, para
entender que todo esto es un plan orquestado, bien organizado, financiado y
coordinado desde Venezuela y Cuba para desestabilizar a Ecuador y tumbar a su
gobierno, favoreciendo la constitución de un nuevo gobierno autocrático y de
corte socialista, para implantar en ese país otro enclave del socialismo siglo
XXI al estilo cubano y venezolano.
Con esto se cerraría el círculo externo sobre Colombia
también, la cual quedaría en medio de la influencia socialista y chavista de
Venezuela, Ecuador y Cuba (seguramente y además de Nicaragua y Bolivia). Pero
esta amenaza no es sólo externa, también está en el interior del país, pues los
recientes acontecimientos políticos derivados del acuerdo de paz (plenos
derechos, sin juzgamiento ni castigo, a más de grandes privilegios para las
FARC), la estrategia de los movimientos de izquierda, inteligentemente bien
diseñada, calculada y aplicada, para ganar posiciones o influencia en los
organismos del sector público (Cortes, Congreso, organismos de control, etc.),
de los estamentos públicos regionales (Asambleas y Consejos), de las
gobernaciones y alcaldías, van mostrando una tenaza de presión socialista para inducir
también el cambio de modelo económico, político y social en Colombia.
Las acciones de violentos, verdaderos vándalos, en las que
han terminado las últimas marchas sociales en Colombia y su afectación a la
propiedad privada y pública, ¿no se les parecen en algo a las de Quito? y ¿sus
efectos no van en la misma dirección? Debemos alejarnos rápidamente del Efecto
Quito, para defender nuestros valores, instituciones, modelos económico y
político, nuestra democracia y libertades. Abramos los ojos, estamos avisados
de estas maquinaciones contra el país, reaccionemos a tiempo.