Comentario 18l/11/2019
LA ESTABILIDAD POLÍTICA Y LA
GOBERNABILIDAD
Por: Carlos Alberto
Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y
Administrativo
http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
En los últimos años las conductas políticas del país han
cambiado en forma errática, lo cual ha generado un escenario de inestabilidad y
de falta de gobernabilidad, debido, principalmente, a la debilidad del ideario
político de los partidos tradicionales ubicados en la oposición, la aparición
de nuevos idearios y la insuficiente acción de gobierno por parte del
ejecutivo, ante un legislativo y judicial inestables, que hoy tienen gran participación en los
temas políticos y cotidianos, más allá que en el hacer las leyes y el juzgar
sobre su constitucionalidad, respectivamente. Si esto se acompaña con marchas
ciudadanas, del más diverso origen, con demandas reivindicativas de derechos
sociales en algunos casos, pero con exigencias de cambio en el modelo político
y económico en otros, o con manifestaciones de anarquía y violencia, el
escenario político no puede ser más inestable.
Aún los gobiernos, con algunas mayorías relativamente
amplias durante su elección han tenido tropiezos, como ha sido el presidente
Iván Duque con sus diez millones largos de votos, la elección con más votos en
toda la historia del país, quien no ha estado exento de las singularidades
descritas. Pero más que los votos han podido la actitud política agresiva de
los partidos y el pertinaz ambiente en el Congreso.
A este fenómeno han coadyuvado dos decisiones de
transparencia y buen gobierno que han resultado contrarias en su aplicación. La
primera, el no otorgar la famosa “mermelada” (presupuesto, contratos y cargos
públicos), como condición para su acción y avance de gobierno, a un Congreso
ávido y mal acostumbrado con esta práctica corrupta. Y, la segunda, no nombrar
en cargos significativos de su gobierno a representantes de las distintas
corrientes políticas, costumbre también acendrada en las andanzas de gobiernos
clientelistas en el país. Además, no ha sido muy asertivo con el nombramiento
de varios de sus ministros, los cuales no han gozado de una opinión pública
claramente favorable, pero sí han contado con una dura oposición en el congreso
para las iniciativas que tramitan. Todo esto ha conducido a la baja
gobernabilidad y menor eficacia del presidente Duque como modelo de
transparencia.
Si, además, analizamos la confrontación política cotidiana
(izquierdas, derechas y centros), en medio de la aclimatación de un proceso de
paz, el cual ha dejado como resultados elementos de duda en materia de
impunidad e ilegalidad para algunos, todo lo cual ha agudizado una intensa
polarización, con sus consecuencias de choque y confrontación en diversos
escenarios, generando una muy fuerte rivalidad política, no sólo de opiniones
sobre los temas del día a día, sino también con fuertes ataques al modelo
económico, político y social prevaleciente sobre libertad de mercado y de
empresa, propiedad privada, apertura económica con el resto del mundo,
relaciones del Estado y el sector privado equilibradas y transparentes, e intervención
del Estado para garantizar el bienestar social y la seguridad ciudadana.
Desafortunadamente, y en buena medida consecuencia de lo
anterior, aunque no únicamente por esa razón, el gobierno Duque no ha contado
con un adecuado desempeño en varios frentes, heredados algunos, actuales otros,
como, por ejemplo, y por citar sólo algunos, la continuación de la violencia
guerrillera, las bandas criminales y el narcotráfico.
Salvo en lo económico, donde al país le ha ido bien en
general, con un notable crecimiento del PIB, inflación bajo control, tasas de
interés bajas y niveles crecientes de inversión nacional y extranjera, una
demanda interna dinámica y creciente, todo lo cual ha “aislado” a Colombia de
los impactos y coletazos del menor crecimiento de la economía mundial
(especialmente el menor crecimiento en China y Europa), si bien Colombia no
está exenta de efectos desfavorables e imprevistos desagradables. El buen andar
de la economía, sin embargo, no ha sido acompañado todavía por algunos indicadores
sociales como el menor desempleo o el mayor desarrollo en algunas zonas y
sectores, lo cual aún deja mucho que desear.
A la confrontación, por razones ideológicas o partidistas,
se han sumado las tensiones por la demanda de condiciones más justas en materia
social y por mayores oportunidades de acceso al crecimiento y desarrollo
económico en toda la geografía del país. Esto, que es un legítimo derecho y
aspiración, se debería lograr paulatinamente con mayor y mejor crecimiento de
la demanda y la inversión y con ella de toda la economía.
Ahora, la demanda y la inversión no son actos sólo
racionales de las personas, en ellos influyen decididamente las percepciones de
estabilidad y seguridad sobre la dinámica del país y sobre su modelo económico,
político y social. Si los consumidores se sienten ante un escenario que
continuamente da señales de inestabilidad, se protegerán aplazando o
disminuyendo su consumo y, si los inversionistas, dudan sobre la permanencia
del modelo económico que los rige, se retraerán poco a poco de sus inversiones
y de su avance en proyectos y desarrollos.
Es necesario que el país regrese a una senda de estabilidad política y
de gobernabilidad, si no se quiere generar una incertidumbre creciente que
anule lo ganado en los diferentes frentes económicos y sociales. Un ambiente de
seguridad y de credibilidad en el modelo económico y político del país, en sus
reglas de juego y en los que lo gobiernan, es el mejor escenario para realizar
las trasformaciones sociales y económicas que el país y sus ciudadanos merecen.
Un voto de confianza en Colombia y sus instituciones sería una buena señal.