Comentario 25/11/2019
¿Y AHORA QUÉ SIGUE?
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
El 21 de
noviembre de 2019 pasará a la historia contemporánea como uno de los días más
agitados en la política nacional en razón al paro citado por diferentes
movimientos estudiantiles, políticos y sociales para protestar nominalmente por
las políticas del gobierno en materia social y solicitar una Colombia más
justa. Las marchas han resultado concurridas y exitosas, hasta ahora pacíficas,
reflexivas y aleccionadoras para todo tipo de públicos, sin embargo y, como siempre
ocurre, lamentablemente terminaron en vandalismo, saqueos y pillaje, realizado
por un grupo de agitadores profesionales y desadaptados (¿con cuáles intereses
y para logar qué?), lo cual le restó credibilidad y contundencia al mensaje de
los participantes.
Sin embargo, la
mezcla variopinta de marchantes permitió revelar que no existía una identidad
de pensamiento sobre los motivos del paro. Por los noticieros radiales y televisivos,
en las entrevistas que se han hecho para identificar por qué marchan, se han
oído las más diversas y a veces contradictorias o, real o supuestamente, mal
informadas respuestas, tales como las siguientes, por sólo mencionar algunas:
- Por el paquetazo de Duque (la reforma laboral y la reforma pensional, aún no presentadas por el gobierno nacional, quien afirma que serán concertadas con trabajadores, sindicatos y gremios).
- Por los asesinatos de líderes sociales.
- Por la implementación del proceso de paz, sin ser muy explícitos en qué o para qué y por los problemas de la JEP (Justicia Especial para la Paz).
- Por la caída de Evo Morales y las protestas sociales en Chile.
- Por la insuficiencia de recursos para la educación, supuestamente no cumplidos por el Gobierno, si bien se ha dado el aumento más grande en el presupuesto de educación de toda la historia.
- Por las reivindicaciones sindicales y de los trabajadores.
- Por las deudas vencidas en el sistema financiero.
- Por los subsidios de vivienda.
- Por la renuncia del presidente Duque. Hay un grupo de marchantes que parece que sólo le interesa la desestabilización y la caída del gobierno actual, si bien fue elegido con 10,3 millones de votos.
- Por la desaparición del Esmad (cuerpo de policía antidisturbios).
- Por la corrupción en el Estado y los partidos políticos.
- Por las “injusticias de la justicia”.
- Por los problemas de movilidad y transporte público.
- Por la vivienda de interés social.
- Por las aletas de tiburón y su consumo.
- Por la defensa del medio ambiente.
- Por el desempleo y la pobreza.
- Etc.
Sería
interminable citar todos los ejemplos, lo cierto es que se ha argumentado sobre
todo tipo de causas para justificar el “descontento social”. Nadie niega que en
Colombia haya problemas serios de inequidad, de falta de oportunidad o de
insuficiente calidad de vida y bienestar para todas las capas sociales. Ni aún los barrios de estratos altos han
estado exentos de los cacerolazos.
Sin embargo, si
se mira retrospectivamente el progreso del país en los últimos años ha sido
notable en materia económica y social, con la formación de una clase media
robusta y condiciones de vida cada vez mejores, por la cobertura de los
sistemas de salud, por el avance en la educación, los desarrollos en vivienda,
y en los demás frentes del bienestar ciudadano. De hecho, la esperanza de vida
de los colombianos hoy es de 77 años (para 1960 era de 57 años), lo cual habla
muy bien de su mejor estar de vida.
A pesar de ello,
las protestas de los marchantes tuvieron su eco y el Gobierno ha prometido un
diálogo social, en hora tardía concebido para explorar cuáles son las reformas
sociales, económicas y políticas que realmente requieren los colombianos, que
trascienden la constitución actual y su modelo de desarrollo político,
económico y social. Lo primero que habrá que hacer es entender muy bien las prioridades
y sus razones, porque el diálogo social no puede ser el refugio de todos “los
pecados y todos los pecadores”. Afinar la puntería en lo que se requiere
verdaderamente, cómo se instrumenta y cómo se implementa, es vital para no
disparar a muchos “blancos” con el riesgo de no darle a ninguno. Además, los
problemas generados a través de décadas
no se resuelven en un solo momento.
También, no se
puede concebir el Estado Colombiano como el responsable de solucionar todos los
problemas de los colombianos, prodigando subsidios a troche y moche, esto lo
convertiría en un gran “pulpo”, fortín de la corrupción, el despilfarro, la ineficiencia
y la politiquería. Además, ¿de dónde surgiría la financiación: del déficit
fiscal, del endeudamiento público interno y externo, de los impuestos, de exacciones
y contribuciones de los ciudadanos y las empresas, y de…? Sería inconcebible un
Estado así para el desarrollo y crecimiento de la iniciativa privada y para la
competitividad nacional a nivel interno e internacional.
El Estado debe
ser un jugador leal en el sistema económico frente a la actividad privada y la
iniciativa individual de los particulares, por supuesto, debe estar
comprometido con el progreso y bienestar de todos los ciudadanos, pero no
pensar que es una “gran ubre” con capacidades infinitas e ilimitadas para subsidiar
todo tipo de necesidades, en todos los renglones y regiones de la geografía. ¿Cuál
es el Estado que Colombia y los colombianos necesitamos?, esta definición debería
ser una causa prioritaria para justificar verdaderas reformas sociales.