Comentario 25/05/2020
LA CAPACIDAD DEL ESTADO
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y
Administrativo
http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
“No olvidemos nunca esta verdad fundamental: el Estado no tiene más dinero que el que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, sólo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que “alguien” lo pagará. Ese alguien eres tú. No hay “dinero” público, sólo hay dinero de los contribuyentes”. Margaret Thatcher[1].
Es claro que el momento actual con sus necesidades en todos los frentes tales como: la salud (las habituales más las originadas en la pandemia), los auxilios para las poblaciones vulnerables y para el sector empresarial para preservar el empleo, la vivienda social, la educación, las pensiones, el funcionamiento del Estado, la infraestructura, la defensa, el proceso de paz, las relaciones exteriores e interiores, los pleitos de los cuales tiene que defenderse todos los días por demandas que le llegan de todas partes, etc., desbordan las finanzas públicas. Además, también es evidente que necesariamente el Gobierno nacional debe acudir a líneas de endeudamiento diversas para poder financiar sus necesidades y para cubrir las obligaciones originadas en los déficit de vigencias pasadas y en el endeudamiento público ya incurrido.
Desafortunadamente, la parálisis de la economía por el coronavirus ha deteriorado aún más los ingresos públicos actuales y a futuro, el detrimento económico de los ciudadanos, en los ingresos derivados de sus ocupaciones, negocios y rendimiento de sus patrimonios afectarán aún más las finanzas públicas y quizás por muchos años. La presión por los recursos es y será inmensa.
Los recursos del Estado ya eran de por sí, en sus finanzas normales, insuficientes. De hecho ya soportábamos un endeudamiento público del 50.2% del PIB para el 2019, y era considerado elevado, dado que un estándar internacional es del 45% aproximadamente. Pues bien, la expectativa este año, con sus nuevas urgencias, es llegar al 60% del PIB, según afirmó el propio ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla. En el caso del déficit fiscal se esperaba para este año un registro no mayor del 2.25% del PIB, el cual a la atura de lo que llevamos ya se proyecta en más del 6.1% del PIB. La presión por la caja en las finanzas públicas es y será por varios años “tremenda”. Esta situación es causada por los estragos del coronavirus en la economía mundial y local, lo cual es una situación excepcional que esperemos sea transitoria, pero sus consecuencias económicas si pueden ser más duraderas, ¿cuánto durarán, nadie los sabe?, pero tampoco nadie discute que pueden permanecer por varios años.
Afortunadamente, Colombia tiene y ha gozado de una buena calificación crediticia internacional y posiblemente no le será “imposible” financiar el déficit fiscal y el mayor endeudamiento, pero hacia el futuro, sí tendremos una calificación deteriorada, si no hay una recuperación sensible de las finanzas públicas, las cuales dependerán de la recuperación de las finanzas privadas, como afirma la señora Thatcher en su incuestionable aserto del inicio de este comentario.
Ante situaciones de falta de dinero, gobiernos irresponsables, buscan como solución la emisión de dinero, es decir, utilizar papel moneda emitido sin respaldo alguno, o financiarse con emisiones de bonos o empréstitos sin ningún respaldo ni capacidad de pago, como ha sucedido con gobiernos de corte populista en varios países de Latinoamérica.
Baste mencionar como ejemplo el caso de Argentina con los bonos emitidos para financiar su abultado déficit fiscal y su excesivo gasto público, lleno de subsidios irresponsables, con los cuales los ciudadanos Argentinos pensaban que iban a “vivir” del Estado, con poco trabajo y esfuerzo. Estos bonos ya son considerados por los inversionistas y financistas como bonos basura, es decir, sin ningún o muy poco valor, si bien cuando se emitieron tenían un valor considerable. La imagen de este país se ha deteriorado tanto en el mundo financiero que ya nadie quiere invertir o financiar el gasto público o las obras del Estado, con lo cual se pude producir una verdadera parálisis de la administración pública, un proceso grave de hiperinflación y una desbandada de dólares hacia el exterior (ya está ocurriendo), tomados como refugio por los propios ciudadanos ante la poca credibilidad en su peso argentino. De hecho la devaluación de la moneda argentina ha sido considerable. Lamentablemente su nuevo gobierno también es de corte populista y está encontrando muchas dificultades para acceder a financiamiento internacional.
Lo que venía sucediendo con las finanzas deficitarias de muchos de los países y como consecuencia del coronavirus va a “desquiciar” las capacidades de los Estados en general, y sólo aquellos con una alta disciplina fiscal y consciencia ciudadana podrán atender, a través de varios años, estas contingencias en sus aspectos económicos. Va ser hora del famoso “todos ponen” de juego de la pirinola, es decir, evitar la elusión y la evasión, la subfacturación, realizar el cumplido pago de todos los impuestos a cargo, evitar el contrabando, el lavado de activos y otras maromas por el estilo, a las cuales están acostumbrados buena parte de los ciudadanos.
Frente a situaciones impositivas, ha sido frecuente en el país el que se afirme que paguen los “ricos”, sin embargo, en estas circunstancias esa afirmación se vuelve una justificación que no es sustentable ni presentable desde un punto de vista de responsabilidad y solidaridad.
Hoy más que nunca
hay que esculcar los bolsillos y pensar en que todos nos necesitamos, y cada
uno desde su “trinchera” aportar lo que sea posible, para el pronto
restablecimiento de las finanzas públicas y del bienestar de todos sus
ciudadanos. Como afirmaba la señora Thatcher: “No es correcto pensar que “alguien” lo pagará. Ese alguien eres tú. No
hay “dinero” público, sólo hay dinero de los contribuyentes.
[1] Margaret Hilda Thatcher
fue una política británica que ejerció como
primera ministra del Reino Unido desde 1979 a
1990, siendo la persona en ese cargo por mayor tiempo durante el siglo
XX y la primera mujer que ocupó este puesto en su país. Su
firmeza para dirigir los asuntos de Estado, su estricto dominio sobre los
ministros de su gabinete y su fuerte política monetarista le valieron el sobrenombre
de la Dama de Hierro.
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