Comentario 12/01/2021
LA
EQUIDAD NO ES IGUALDAD
Por: Carlos Alberto
Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Estamos atravesando circunstancias
excepcionales fruto de las contingencias en la salud originadas en el covid-19
y en el deteriorado desenvolvimiento económico de los países, como consecuencia
del afectado comercio global, es decir, del reducido flujo de personas, mercancías,
servicios y capitales entre los diferentes países del mundo, los cuales forman
parte de los tratados de libre comercio o de acuerdos comerciales regionales.
Las consecuencias son muchas y
muy diversas, con impactos diferentes en las comunidades, como la pérdida de
empleos y ocupaciones, la de actividades productivas o la de la prestación de
algunos servicios, la suspensión de inversiones y retornos, de viajes y
regresos, de avances e innovaciones, de proyectos que se aplazan o se cancelan,
de efectos psicológicos en las personas o las familias, de deterioro en los
niveles de servicios comunitarios, especialmente en la educación y en los
propios servicios de salud, de escaseces de insumos o mercancías, de negocios
que desaparecen, de locales sin ocupación, de sueños e ilusiones que no se
pueden desarrollar, etc.
Todo lo cual ha exacerbado los
niveles de pobreza en muchos países, baste mencionar el caso de Colombia donde
los niveles de pobreza podrán elevarse a más del 30% de la población, ya que de
2 a 4 millones de personas podrían salir de la clase media y entrar en
situación vulnerable.
El primer llamado a superar
estas contingencias, las cuales se espera que sean transitorias, son, por
supuesto, los gobiernos, nacionales, regionales o municipales, quienes deben
destinar esfuerzos y recursos en forma emergente para ayudarle a las personas,
las empresas, las organizaciones y las comunidades a superar sus propias
adversidades.
Sin embargo, es claro que a
todas las personas y organizaciones no los golpea la ola de dificultades de la
misma manera. Aquí surge una complejísima disyuntiva, dado que los recursos
suelen ser limitados y frecuentemente escasos, ¿a quién o quiénes apoyar
prioritariamente y en qué orden hacerlo? Aunque todos somos iguales ante la ley,
no todos tienen las mismas carencias o circunstancias, por un lado, o las
mismas ventajas y oportunidades, por el otro. Aquí aparece el concepto de
equidad, en sustitución al de igualdad, aunque frecuentemente se interprete la
equidad como igualdad.
La equidad es la cualidad que caracteriza al hecho de dar a cada individuo lo que se merece, en consecuencia, el individuo recibe, por diferente que sea, lo que este requiere o, en otro contexto, lo que se haya ganado. Sin embargo, ambos conceptos no representan lo mismo. De hecho, incluso podrían considerarse en contraposición el uno del otro. Por ello, mientras que la igualdad es la acción de repartir, en partes iguales, en una misma proporción, un bien, un recurso, un servicio, etc., la equidad, sin embargo, es la acción en la que dicho reparto se hace en función de los “méritos” de la persona. En este sentido, si una persona merece más que otra, el reparto no sería igualitario.
Por esta razón, la equidad tiende a asociarse más con el concepto de justicia que con el de la igualdad. Pues puede existir un reparto equitativo sin que este requiera que, de igual forma, sea igualitario.
Las condiciones de crisis sanitaria y económica que ha traído la pandemia, al igual que, como ocurre en una catástrofe natural, si bien afectan a todos los seres humanos en el deterioro eventual de su salud o de su bienestar, no a todos les causa el mismo daño económico. Hay familias cuya condición de pobreza se agudiza con los problemas de afectación de la salud o del entorno donde viven.
Los trapos rojos que se están viendo en los barrios de escasos recursos como sinónimo de hambre y grave deterioro económico nos hablan de equidad más que de igualdad. Es el momento de darles el mayor apoyo, que razonablemente el Estado y los particulares podamos brindarles, pero sin crear dependencias malsanas para cuando retornen las situaciones de normalidad.
Es claro, comprensible y justificable aún suprimir beneficios o avances en otros campos, para atender las adversidades actuales, sin embargo, no sería lógico desviar indefinidamente los recursos cuya aplicación también resulta necesaria y a veces prioritaria en otros frentes. Cuando se restablezcan las condiciones de cierta normalidad, “las aguas” deben volver a su cauce.
No es
sano acostumbrar a las personas, a las organizaciones o a las comunidades a
recibir subsidios del Estado o de los particulares, la gran mayoría terminará
acostumbrándose a vivir así y a considerar que la subvención es un derecho
adquirido, lo cual lo vuelve gratuito y obligatorio, con detrimento de la
equidad en favor y frente a otras personas, organizaciones o comunidades. En la
naturaleza, cuando hablamos de animales parásitos, nos referimos a organismos
que viven a costa de otras especies, con
lo cual se debilita quien lo padece y terminan eventualmente falleciendo los dos.
En consecuencia, no hay que fomentar el “parasitismo social”.
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