Comentario 31/05/2021
HABLEMOS
DE LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
El
desconcertante paro nacional que todos los ciudadanos de Colombia estamos
padeciendo, inesperado, inopinado e inconsciente, contrario a lo que se
proponía de buscar mejores condiciones de vida para la población, es todo lo
contrario, está causando graves consecuencias a la economía, ha radicalizado
más la polarización que desde el proceso de paz padece el país, así como
también la profundización en los niveles de desconfianza en las instituciones,
en la desigualdad, en la desesperanza y en la pobreza.
En
efecto, absurdamente, el paro se acumula a las difíciles consecuencias de la
pandemia y del debilitamiento de las finanzas públicas y privadas por la
parálisis de las actividades productivas, para traer como resultado
desabastecimiento, acaparamiento, carestía, más desempleo, saqueos y violencia
vandálica o terrorista y, por supuesto, más pobreza por falta de oportunidades.
Si los negocios, las vías de comunicación, los medios de transporte, lo sitios
de acopio y distribución y las ciudades en general no pueden operar, ¿de dónde
creen los líderes del paro que van a salir nuevas, mejores o mayores
oportunidades de empleo, de empresarismo, de educación, de desarrollo de
competencias o de decisiones de inversión, expansión, crecimiento o desarrollo?
Lo que tendremos es un mar de desilusión, destrucción y menor confianza con el
país y sus instituciones.
Además, es curioso cómo los marchantes y/o los líderes de esas manifestaciones le reclaman y esperan que el Gobierno subsane todas las carencias, necesidades, anhelos o promesas incumplidas históricamente o las no ejecutadas por la abrumadora corrupción que se ha encargado de “desviar y desaparecer” los recursos. El Estado, como toda institución, tiene unas capacidades limitadas y más allá de ellas, por falta de dinero o de ejecución, no podrá extender su mano bondadosa a todos los “necesitados”. Además, los recursos públicos dependen de los impuestos recaudados y si no los hay en forma correlativa a los gastos, simplemente no puede haber más gastos. Nadie da lo que no tiene, así de simple.
Bien
ha hecho el gobierno actual en crear una serie de subsidios, beneficios,
exoneraciones transitorias, y programas para favorecer las poblaciones
vulnerables, la educación, la salud, incluida la pandemia, y el bienestar de
algunas zonas y sectores prioritarios. Asimismo, bien han hecho los empresarios
en proponerle al Gobierno el desmonte de deducciones y exoneraciones
tributarias para que se pueden recaudar más impuestos, a falta de otras
reformas tributarias necesarias y prudentes, las cuales tardarán en su trámite
y en su oportunidad.
Ahora,
lo que no puede hacer carrera en el país es el cantar de voces irresponsables
que declaran que lo que hay que hacer es una distribución de los ingresos
mediante la exacción a los más pudientes para repartirlo a los más pobres, como
si los primeros tuvieran la obligación de entregar lo suyo más allá de los
impuestos racionales aprobados por ley, y los segundos, el derecho a recibir lo
de los demás, por el sólo hecho de ser pobres o no estar ocupados. Este es el
pensamiento socialista llano y simple, con el cual se han destruido sociedades
y economías en nombre de los pobres, para generar riqueza en los gobernantes de
una camarilla privilegiada (Ver no más algunos países de la región como
ejemplo) y más pobreza en las clases menos favorecidas. La propiedad privada
es, por definición, privada y no de todos o de algunos que consideran que
también es de ellos, por el hecho de ser ciudadanos también. Muy grave el
mensaje que se presenta en la foto siguiente del paro, remarcado en cuadrícula
roja: “Si la clase obrera todo lo produce, a ella todo le pertenece”, con este
pensamiento socializamos la propiedad privada.
Además,
una sociedad no puede funcionar en forma adecuada, justa y equilibrada, si los
ciudadanos tienen que pensar en que el fruto de su trabajo se debe repartir
también con los que no trabajen y que estos últimos pueden reclamar como suyo,
lo que no es fruto de su esfuerzo. Los impuestos son el elemento institucional
de distribución de la riqueza desde los que contribuyen con sus rentas, hacia
los que necesitan por ser vulnerables, por un lado, o hacia toda la comunidad
como beneficio para su progreso y bienestar, por el otro, para lo cual el
gobierno hace sus realizaciones en desarrollo y bienestar, las cuales están
determinadas en la constitución. Por supuesto, hay que combatir en forma
radical la cultura de la evasión, de la elusión de los impuestos y de la
corrupción que es como el “deporte nacional”. En Colombia muy pocos pagamos
impuestos.
Transitoriamente
y debido a un estado de catástrofe sobreviniente o de circunstancias de
adversidad económica y social intempestivas e insoslayables, se acude a la
solidaridad de quienes más pueden para elevar moderadamente sus contribuciones
impositivas con el fin de apoyar la recuperación de otros que han caído en
desgracia, pero no para hacerse cargo de su vida y su manutención por siempre y
para siempre. Conceptos como el de la renta básica solicitada por los
marchantes del paro nacional, son inaceptables por ser imposibles de financiar
por su monto y características, de una parte, y, además, de otra parte, si son
recurrentes, es decir, permanentes, fomentan la holgazanería de quienes esperan
el beneficio de la renta frente a los que salen a trabajar para proveérselo a
ellos y a sus familias. ¿Qué pensaría quien trabaje todo el día, 48 horas por
semana, para recibir un salario mínimo, si otras personas, sin ningún esfuerzo,
simplemente también reciban del Gobierno el mismo salario mínimo? Hay que crear
más oportunidades para todos, pero no bajo el expediente de repartir el ingreso
de los demás. Este, de nuevo, es un concepto socialista: unos deben trabajar
para que otros puedan vivir sin trabajar, dado que los primeros tienen que
velar por los segundos.
Otro
concepto que no puede hacer carrera con motivo de la situación de pobreza
derivada de la pandemia, el paro y sus consecuencias, es que también hay que
distribuir la riqueza, es decir el patrimonio acumulado por las personas a
partir de su esfuerzo y su trabajo. De nuevo, es inaceptable el concepto
socialista de que unos ganan y ahorran para que otros lo gasten. Creamos más
oportunidades a partir de la educación, la inversión pública y privada, el
empresarismo, el desarrollo de habilidades, la aplicación de tecnologías y la
cultura del trabajo duro para poder progresar y tener bienestar, con el apoyo
de todos en la sociedad, pero alejados de la idea de que unos tienen que hacer
lo que los demás no hacen, para que todos puedan vivir.
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