Comentario 07/06/2021
LA
DEMOCRACIA Y EL TOTALITARISMO
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Los
países latinoamericanos han sido amenazados durante muchos años por los anhelos
totalitaristas de las izquierdas radicales de corte socialista que se
originaron en la revolución comunista de Cuba en los años 60 y siguientes.
Desde ese país, donde se enquistó una camarilla de líderes comunistas, se lanzó
una ofensiva en todo Centro y Sudamérica para transportar la filosofía
totalitaria que los acompaña y que ha sido la causa del retraso manifiesto de
ellos mismos y de países como Nicaragua o Venezuela que han querido abrazar
esas mismas ideas. Para ello, intentaron de todo: desestabilizar las
democracias, tumbar los gobiernos, ejercer subversión con movimientos
guerrilleros, fomento a la lucha de clases, reformas para cambiar las
estructuras de los Estados democráticos, infiltración en los gobiernos y en las
organizaciones públicas, persecución a contrarios ideológicos, etc., etc., etc.
Son muchas las cosas que han sucedido, en realidad, durante estos años.
Sin
embargo, no son cosa del pasado, siguen sucediendo y las estamos viendo con los
actos vandálicos de los últimos días, donde una protesta pacífica y legítima
por las condiciones de falta de oportunidad y de pobreza derivadas de la
pandemia, los violentos la transformaron en el más desafiante problema de orden
público, con el cual se pretende descarrilar la vida democrática, las
instituciones, el estado de derecho y los órganos de gobierno, detrás de la
agenda política de una izquierda subversiva y radical, apoyada por fuerzas
oscuras del exterior de tipo socialista y comunista. Es increíble ver cómo unos
pocos violentos ponen en jaque a una sociedad completa, porque no son hechos
aislados ni circunstanciales, son acciones programadas, coordinadas, entrenadas,
financiadas y ejecutadas en forma certera contra el orden establecido y la
ciudadanía inerme. Nunca el caos y la destrucción han sido generadoras de
progreso y bienestar, sin embargo, ellos dicen no estar dispuestos a dialogar,
sólo negociar, lo que quieren es imponer sus criterios y opiniones según su
conveniencia, no importa qué suceda con el resto del país y lo que pase con las
finanzas públicas agotadas y exhaustas por la pandemia, el cierre, la parálisis
y ahora sin reforma tributaria a la vista.
Están
acabando con las actividades comerciales y productivas, con el trabajo
vinculado e independiente, el abastecimiento, la movilización, la atención de
la salud, los servicios del Estado, las actividades deportivas, científicas y
culturales, entre muchas otras más y ni hablar del trato a los policías que
cumplen con su deber y mandato. Pero, además acusando al país de persecución a
los indefensos manifestantes ante los organismos humanitarios mundiales, que
les creen y comen de sus cuentos, porque son correligionarios en el pensamiento
extremista. Detrás de esto está de nuevo el socialismo comunista internacional
y el narcotráfico que pesca en río revuelto y por eso cofinancia el movimiento.
Y hay mucho dinero en juego para pagar el desafío. Así las cosas, ahora habrá
que llorar por Colombia también.
¿Y
de qué ideas socialistas estamos hablando? De gobiernos únicos, con partidos
únicos y con poder centralizado y omnímodo, concentrado en una camarilla
privilegiada de gobierno, quienes acumulan todo el poder ejecutivo, legislativo
y judicial bajo su dirección y mando, es decir, no hay división real de poderes
ni oportunidad de ejercer ninguna oposición. Quien se atreve a ejercerla es
claramente reprimido de manera agresiva y en ocasiones violenta, tanto que en
esos países algunos prefieren cambiar su lugar de residencia y vivir más bien
en el exterior para evitar a toda costa que sus libertades sean limitadas o,
por la vía de la exacción o de la expropiación, se afecten sus patrimonios y
empresas, sin motivo ni razón distinto a haber tenido éxito en sus vidas y de
ser considerados como “responsables” de subvencionar a los demás, según el
pensamiento socialista.
Pero
esto es sólo el comienzo, se suman a esos hechos la falta de libertad de
prensa, el dirigismo del Estado en toda la economía y en muchas ocasiones la
extinción de la propiedad sobre bienes y haberes o la persecución de los
negocios privados, hasta que desaparece la iniciativa privada y surge la
injerencia estatal en todas las actividades productivas y en los servicios que
se vuelven altamente ineficientes porque el Estado no es un buen administrador
por la corrupción y las presiones e intereses políticos y politiqueros. Los
beneficios son para la clase dirigente, no para todos los trabajadores y el
resto de la población, quienes a partir de ese momento van a sufrir fenómenos
de desarraigo por tener opiniones diferentes, de desabastecimiento de bienes o
servicios, de corrupción a todo dar para la camarilla gobernante, de
concentración y control del gasto público y, por otro lado, de pérdida de
libertades individuales y familiares.
En
el Estado todopoderoso, que ellos quieren encarnar, dicen que para defender al
pueblo hay que distribuir la riqueza y lo que hacen, en realidad, es distribuir
más pobreza, al perseguir al empresariado que es quien puede crear riqueza
generando empleo, desarrollo, progreso y verdadera distribución de
oportunidades con sus actividades productivas, sus inversiones y su liderazgo,
a más de su visión empresarial y comunitaria, con beneficios para toda la
sociedad, en forma directa o indirecta.
Las
lecciones que nos acaba de dar el Ecuador al alejarse de los modelos de
izquierda radical y del llamado progresismo de Correa, quien, durante cerca de
12 años, por sí o por sus lacayos, quiso imponer sus criterios regresivos a la
sociedad y al empresariado ecuatoriano, son una prueba cierta de cómo una
comunidad reacciona y quiere alejarse de ese mal llamado socialismo, el que, en
la práctica, suele convertirse en un totalitarismo.
Desafortunadamente,
las circunstancias mundiales y locales, fuertemente deterioradas por los graves
fenómenos ocasionados por el Covid 19, no nos pueden llevar a pensar que hay
que cambiar el modelo económico, político y social que nos rige, desde la constitución
del 91. El deterioro económico y social ocasionado por la pandemia se ha
ensañado con todo tipo de países desarrollados y en vías de desarrollo, lo que
hay que combatir es la pandemia, no el modelo de país. Superada la pandemia por
la “inmunidad del rebaño” se podrá restablecer plenamente la economía y las
actividades productivas y ciudadanas y con esto se retomarán unas nuevas
fuentes de oportunidad.
Es
muy duro lo que estamos atravesando, y particularmente quedarán muchas familias
en condición vulnerable y muy debilitadas las finanzas públicas nacionales,
departamentales y locales por los menores recaudos de impuestos y
contribuciones y por el esfuerzo de apoyar a la población y a las empresas con
subsidios y auxilios de diversas naturalezas, en los casos más apremiantes. Sin
embargo, no es el totalitarismo el que nos ayudará a superar, en el tiempo, las
secuelas que la pandemia nos dejará. Por el contrario, un Estado democrático
donde conviven la iniciativa privada con la estatal, nos generará muchas más
oportunidades.
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