Comentario 19/07/2021
SOLIDARIDAD
Y SOSTENIBILIDAD
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
A
raíz de la pandemia, del paro nacional, los bloqueos, del deterioro de la
economía nacional y mundial, del déficit fiscal, entre otros, saltan al
escenario un sin número de necesidades de las más diversas naturalezas en:
salud, pensiones, educación, renta básica, peajes, proceso de paz, precio de
los servicios públicos, nóminas, generación de trabajo y otro interminable
número de peticiones de subsidios, beneficios y aspiraciones, desde las más
peculiares situaciones.
Es
un “rosario” de nunca acabar, el cual, además, se mezcla con el daño que los
vándalos han causado en los bienes públicos, en la infraestructura de
transporte, en la banca, en el comercio y en toda la actividad productiva, cuyo
principal efecto ha sido limitar la movilización de personas, alimentos,
drogas, mercancías, etc., todo lo cual se traduce en un menor abastecimiento,
con lo que se han elevado inevitablemente los precios de las mercancías, de los
bienes y de los servicios, transformándose en un fenómeno creciente de
inflación y acaparamiento. El lugar común de la ciudadanía es pedir, y en
muchos casos exigir, que sea el Gobierno nacional quien subsane todas esas
carencias, pero también, desafortunadamente, éste está “pasando aceite” en su
funcionamiento, por agotamiento en las finanzas públicas. Es decir, el “hambre
y la necesidad” se juntan con la “imposibilidad”, formando un complejo
escenario.
Es
cierto, sí, que se requiere mayor esfuerzo de austeridad fiscal, que se combata
la corrupción, la evasión y la elusión tributaria, que se acabe el
clientelismo, que se mejore la eficiencia del gasto, entre otras cosas, pero
pedirle al Gobierno que genere más soluciones sociales sin darle más recursos,
es prácticamente imposible. Especialmente dura ha sido la crítica al Gobierno
de la clase política, por razones de política partidista y electoral debido a
las elecciones del próximo año. Es necesario, entonces, hacer algunas
reflexiones sobre esas necesidades y realidades, por supuesto, omitiendo muchos
detalles dado su extenso contenido. Empecemos por los principales hechos
actuales que nos caracterizan, sin ser los únicos y sin entrar en excesivas
estadísticas:
- Los niveles de pobreza en Colombia, con motivo de la pandemia, ya han llegado a más del 40% de la población, situación en la cual nos han repetido que muchas familias han tenido que “arrugar” su sistema de vida a niveles tales como dejar una comida de las tres diarias, y, en algunos casos, a tener una sola en todo el día. La clase media se ha visto especialmente afectada por la pandemia y el paro, con un porcentaje importante que está entrando en escenarios de pobreza.
- El desempleo formal no desciende del 15% de la población con capacidad de trabajar, lo cual significa una carencia real de oportunidades y alternativas de un ingreso razonable para muchas personas, y, si se mira al futuro, difícil bajar este guarismo a menos del 10% en corto tiempo, como era antes de la pandemia.
- La informalidad la vemos todos los días, en todos los lugares, en todas las calles y en todas las ciudades y poblaciones, la venta de “cualquier cosita” se ha convertido en el medio de vida y de sustento de miles de familias, ya que hoy se estima que la informalidad cobija al 60% de la población ocupada.
- Igual que toda Latinoamérica, Colombia es un país con gran desigualdad en los ingresos y en la riqueza, como lo demuestran los índices de concentración que lo miden, para lo cual, seguramente, las personas y empresas de mejor condición económica deberían ser más solidarios en estas situaciones de pandemia, pero la verdadera redistribución de las oportunidades surge de la educación, que es la mejor manera de salir de la pobreza, más que de la distribución de la riqueza. Sin embargo, hay que resaltar que los empresarios han dado un paso al frente aceptando una nueva reforma tributaria, en trámite, que limita sus deducciones y aumenta sus impuestos en forma permanente. Un aplauso por esa solidaridad.
- Los impuestos en Colombia representan el 19.7% del PIB, mientras en países cercanos y comparables son 22.9%, es decir, una diferencia de 3.2%, cuando la reforma tributaria del gobierno Duque pretende recaudar cerca del 1,3% del PIB.
- Los problemas de deserción escolar por falta de recursos económicos se han agudizado en los últimos meses y el acceso a la educación virtual o a trabajos desde el hogar ha demostrado que muchas familias no disponen del internet, que sería el medio de mayor cobertura por su bajo costo, para estar vinculados con la comunidad, con acceso al conocimiento, al entretenimiento y al trabajo o a los estudios a distancia.
- Durante la pandemia el gobierno ha destinado más de 20 billones, adicionales al gasto social corriente, en los auxilios y subvenciones para las familias de menores ingresos y ha creado nuevos elementos de subsidio, como el ingreso solidario, el subsidio a la generación de empleo, la gratuidad en educación y al mantenimiento de las nóminas, por ejemplo. De hecho, la nueva reforma tributaria está enfocada en financiar este mayor gasto y en nivelar las finanzas públicas.
- La deuda actual del gobierno equivale al 67% del PIB, desde el 42% que debía unos años atrás, y va para 69% el próximo año, además, el déficit fiscal ya es cercano al 9% del PIB, lo cual nos ha conducido también a la pérdida del grado de inversión y a la rebaja de la calificación de riesgo país. Esto nos pondrá en un escenario de incremento en el costo del crédito externo y con limitación para su acceso y con ello se acabarán de empeorar más las cosas, o sea, la tormenta perfecta.
- A todo lo anterior, se suman los graves problemas de violencia, corrupción, contrabando y narcotráfico que destruyen el medio ambiente o la economía nacional o los dos simultáneamente. Llegar a las regiones más apartadas y desfavorecidas por la condición de pandemia, es casi que imposible por la acción del narcotráfico y de la guerrilla.
Hay
muchas otras razones, entonces, que afectan nuestro desenvolvimiento político,
económico y social, pero el espacio se hace corto para exponerlas, son de
suficiente peso e importancia las anteriores, ya que impactan el interés de
toda la comunidad. Es fácil colegir de la descripción anterior la inminente
necesidad reformar el sistema tributario colombiano. Se pretende, además, la
ampliación poco a poco de la base tributaria, ya que hoy en Colombia, y para
citar un problema protuberante, sólo declaran renta, 3.5 millones de
declarantes personas naturales, de los cuales pagan renta solamente 1.6
millones de ciudadanos. El gobierno espera llegar paulatinamente a 7 millones
de declarantes y, al menos, que crezca un poco el número de contribuyentes. Ese
número en realidad es poco para el volumen de personas que sí generan ingresos
razonables o superiores.
¿Si
todos los que podemos no ponemos un poco de lo que hoy tenemos, quién va a
apoyar a los que no tienen o a los que han perdido con la pandemia y están en
condiciones de vida de verdadero apremio? Es el momento de todos poner para la
solidaridad, cada cual según su capacidad y en forma progresiva, y apoyar
también la sostenibilidad del país, con un Estado austero, esta es la
única forma de comprar presente, futuro y estabilidad política, económica y
social.
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