Comentario 31/01/2022
EL
CAMBIO SOY YO
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Continúan
enfrascados la gran mayoría de contendores políticos para la presidencia de la
república en un destructivo e insulso ir y venir de carácter electoral, por
posiciones, ubicaciones, principalías, alianzas, coaliciones, tiras y encoges,
etc., las cuales poco o nada ayudan al elector a establecer las verdaderas
convicciones y soluciones que le proponen al país para mejorar las condiciones
de vida y de bienestar de toda la comunidad en el corto y en el largo plazo.
Su
papel parece más enderezado a evadir respuestas, criticar al otro o “pescar
para adentro”, en un extraño yo con yo y yo contra mis opositores, que en el
abordaje y el planteamiento de soluciones a los problemas del país. Por
supuesto, el problema no es que no mencionen los temas, todos los mencionan,
por ejemplo, el narcotráfico, la corrupción, el gasto público, la pobreza, los
impuestos, los aspectos de bienestar y progreso como la salud, la educación, la
vivienda, las pensiones, la infraestructura, las relaciones internacionales, la
inalcanzada paz, entre muchos otros.
Se
requieren, como es obvio, planteamientos claros sobre cómo, cuándo, con quién y
con qué recursos van a afrontar las soluciones de esos problemas, pero estos
conceptos brillan por su ausencia. Como si darse por enterado de su existencia
o enunciarlos simplemente, por sí sólo, resolviera el problema. Son problemas
complejos, que pueden tardar muchos años en su solución, pero que requieren una
hoja de ruta para resolverlos.
Además,
las soluciones de un a país pasan por el expediente de las fuentes de recursos
y los roles del sector público o del sector privado o del intercambio con otras
economías y países, todo lo cual es connatural a la propia solución, pero
afecta el interés público o el privado, en forma individual o colectiva.
También,
las soluciones deben ser verosímiles, tener una factibilidad razonable en su
ejecución y en su potencial éxito, de lo contrario son palabras vacías,
populistas y demagógicas. Nadie puede afirmar, por ejemplo, que de un tajo se
acabará con la economía dependiente de los hidrocarburos por razones de medio
ambiente, para ser sustituida por una economía agrícola o de servicios, como
alternativa de generación de estos o mayores ingresos para el Estado o para la
comunidad. Una transición de esa naturaleza es un proceso complejo que tomaría
años y miles de recursos de inversión, decisión y realización para poder
lograrlo.
Para
citar otro ejemplo, tampoco se puede pensar que el gasto público se financiará con
emisión monetaria, pues es sabido y probado, que este tipo de solución acaba
con el valor de la moneda de los países, conduciendo a fenómenos inflacionarios
y a la ruina económica, especialmente de las personas con menos recursos. Los
ejemplos de estos fenómenos los tenemos a la vuelta de la esquina como en el
caso de Venezuela donde su moneda no tiene un valor de cambio real y sus
ciudadanos tienen que recurrir a divisas extranjeras, como el peso colombiano,
el dólar estadounidense o el euro europeo para sus actividades, aun las más
cotidianas. Lo mismo le ocurrió años atrás a Ecuador, quien también tuvo que
dolarizar su economía pues la credibilidad en su propia moneda ya era ninguna.
Se
requieren planteamientos serios, que consulten la realidad de la economía del
país y sus verdaderas capacidades. Prometer educación gratuita para todos o
salario mínimo para los más pobres, son planteamientos que halagan el oído de
todas las personas, ¿quién puede decir que no sería deseable?, pero ¿quién
racionalmente y con números en la mano puede pensar que si es posible? Además,
detrás de argumentos de esta naturaleza, se lanzan voces como que “los ricos
paguen más”, con lo cual ahuyentarán los capitales privados que hoy están
invertidos en el país, por un lado, y crearán un odio de clases que no tiene
por qué existir, ni tiene justificación histórica, sociodemográfica o política
en el desenvolvimiento contemporáneo del país.
La
última “perla” es la frase del cambio, todos afirman que el país necesita un
cambio y que ellos son los llamados a conducir el cambio que el país requiere,
sin indicar en qué consiste o cómo se construye ese cambio y qué consecuencias
tiene. Estas son, también, expresiones demagógicas, tanto como lo es el manido
cuestionamiento a la clase política tradicional, cuando ellos mismos han sido
funcionarios, gobernantes o políticos en algún momento de la historia, tratan
de crear una supremacía moral sobre los demás candidatos o sobre la propia
ciudadanía, que en realidad no tiene fundamento. Nuevos “cantos de sirena”.
Hablar
de que el cambio soy yo o que la transparencia y la equidad son mis mejores
virtudes, son afirmaciones, generalmente, huecas, que no encuentran sustento en
la realidad, salvo escasas excepciones. La ciudadanía debería estar alerta ante
estos tipos de propuestas, slogans, lemas de campaña, propaganda o mensajes
engañosos.
Exijamos
a los candidatos respuestas, propuestas, planteamientos, pensamientos y
motivaciones ciertas, fundamentadas, financiadas, posibles y realizables para que
el país y sus ciudadanos pueden progresar, lo cual es el fundamento esencial de
toda acción política, de la buena política, el bienestar y el progreso de toda
la comunidad, no el interés personal o partidista o de un grupo a nivel
individual.
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