Comentario 29/06/2022
EL
IDEARIO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Según
el artículo primero de la Constitución Política de Colombia de 1991, somos
una nación democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto
de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la
integran y en la prevalencia del interés general. Si bien la democracia
participativa y pluralista en Colombia salió fortalecida en las anteriores
elecciones a la presidencia de la república el 19 de junio pasado, con una
votación no obligatoria del 58% del censo electoral, lo cual es una muestra
innegable de la convicción de los ciudadanos sobre el mandato popular, se
imponen algunas reflexiones sobre lo que está sucediendo, no sólo en Colombia
sino en muchos países vecinos y aún en otras latitudes.
Lo
primero es reconocer el descrédito de la democracia como modelo económico y
político, pero el problema no está en ese modelo, dado que, aunque es
constitucional en la gran mayoría de los países latinoamericanos, no es bien
aceptado en el momento actual pues ha generado un profundo desencanto en los
últimos años debido a la clase política, los partidos políticos y las
instituciones que nos han gobernado, los cuales han prometido el “oro y el
moro”, con la oferta reiterada de oportunidades de progreso y bienestar para
todos, lo que en la práctica no se han realizado. Por el contrario, lo que los
ciudadanos ven todos los días es la corrupción, el clientelismo, la
politiquería y el amiguismo, en ocasiones el nepotismo, y en la gran mayoría de
las veces el despilfarro de los fondos públicos. De hecho, algunos medios de
opinión, a través de encuestas ciudadanas, han evidenciado este desencanto, con
porcentajes muy altos de rechazo, sobre los partidos políticos tradicionales y
los órganos de decisión y control, con cifras del 70% u 80 % de favorabilidad
negativa, fenómeno especialmente notorio en las personas más jóvenes.
Ni
hablar de las campañas políticas, agresivas, desafiantes, llenas de odio y
descalificación a los contrarios, se impuso la maledicencia antes que el
programa, destruir el contrario, votamos con emociones negativas y con miedo,
no con entendimiento o con la debida reflexión, los candidatos no nos lo
permitieron. Las emociones fueron muy negativas, muchos votos anti-candidatos y
no pro-candidatos. Había claramente una derecha y una izquierda, el centro se
fue agotando y se dirigió a los extremos. De nuevo el país dividido en dos
mitades con pensamientos, ilusiones y razones diferentes. El Estado totalitario
de izquierda contra la democracia liberal de derecha. Ganó el primero con un
precario margen del 3%, suficiente para ganar, pero no para asegurar la
adecuada gobernabilidad.
Hábilmente
el ya nombrado presidente Gustavo Petro, el mismo día de su elección citó a
todos a un acuerdo de unidad nacional, bienvenido en medio de la confrontación
radicalizada con la votación, pero se le olvidó decir sobre qué ideario nos
uníamos, el suyo o el que integra el pensamiento del 100% de los colombianos o
sea un ideario más de centro que de extremos, donde todos quepamos. De hecho,
el mismo Petro ha estado mitigando sus propuestas para ver si esos sapos sí se
pueden tragar, porque la política de no explotación de hidrocarburos, el cierre
de la economía, los subsidios a troche y moche, la reforma tributaria para $50
billones más de recursos para el Estado por año, la intervención en la economía
privada, entre muchas otras que deben calificarse como excéntricas, no pasan
por las mentes de ese otro 50% de los colombianos que no votaron por él. Y no
pasarán por la mente de sus propios copartidarios, el otro 50%, cuando se den
cuenta que son imposibles de cumplir por ser descabelladas, impracticables,
desfinanciadas o inverosímiles. Ya veremos qué sucede con el rosario de
promesas incumplidas a todo lo largo y ancho del país. Una nueva desilusión más
frente a la clase política, que surge del que iba a combatir las malas
prácticas de la clase política tradicional.
Pero
lo más inverosímil no es que Petro proclame a los cuatro vientos su ideas
populistas y demagógicas, lo verdaderamente increíble es ver a todos los
partidos políticos, quienes no lo apoyaron en su campaña, ahora haciendo fila
para que los acepten en la unidad nacional, es decir en las mismas prácticas de
corrupción y clientelismo que Petro decía que iba a combatir. No se sabe aún
cuáles son los propósitos centrales y nacionales de la unidad nacional, pero ya
están allí, eso no importa, sí la burocracia, las prebendas y los beneficios
políticos y económicos. La convicción ideológica de estos partidos en sus principios
y en su ideario se destiño muy rápidamente, con razón el público nos lo cree,
se merecen el 80% de desaprobación. De destacar, en sentido contrario, la
conducta del Centro Democrático, quien ratificó su oposición al nuevo gobierno,
haciendo honor a su ideario y teniendo respeto por los votantes que no apoyaron
a Petro.
Acuerdos
políticos siempre los ha habido y siempre los habrá, y algunos han sido
oportunos y necesarios, como lo fue el del Frente Nacional para mitigar la
violencia partidista y aclimatar la democracia, por ejemplo, pero continuar con
la vieja política clientelista, ávida de contratos, cargos, burocracia y
connivencia política, nos llevará a una ruptura aún mayor frente a la
credibilidad en la democracia, en los partidos políticos y en la clase
política, con honrosas excepciones, claro. Pero, y, además, ver muchos de los
políticos tradicionales de ese corte que han figurado en el país desde muchos
años atrás como verdaderos lagartos y clientelistas, y en las más inverosímiles
combinaciones políticas, no augura nada bueno para el famoso cambio
pregonado por Petro en la campaña.
Si
bien la economía colombiana ha demostrado una gran resiliencia frente al
contexto internacional de crisis económica y al particular de la pandemia del
Covid en el país, con un excelente crecimiento del PIB, sectores productivos en
recuperación, disminución del desempleo, amortiguamiento de la pobreza, buen
nivel de subsidios para los más pobres, importantes presupuestos públicos para
la salud, la educación y la vivienda, crecimiento en el consumo y en la
inversión nacional e internacional. En sentido contrario, el mundo entero está
enfrentando un escenario de bajo crecimiento con alta inflación (estanflación),
altas tasas de interés de los bancos centrales, escenario de guerra Ucrania
- Rusia, ruptura en el comercio mundial, problemas en las cadenas logísticas y
graves crisis políticas. Probablemente no estamos lejos de una verdadera
recesión mundial la cual, por supuesto, también afectará a Colombia, a lo que se
suman nuestros inveterados problemas de narcotráfico, guerrillas, corrupción,
politiquería y fuerte polarización.
No
es bueno el momento actual y es muy incierto el futuro que nos espera, más en
un cambio de gobierno desconocido en sus reales intenciones, después de treinta
años de vida política pregonando lo contrario de lo que ahora se propone. Los
camaleones cambian su color, pero no su forma y no dejan de ser camaleones,
aunque momentáneamente modifiquen su piel. La experiencia del socialismo en Latinoamérica
deja una estela de pobreza y frustración enormes, ojalá no suceda lo mismo en
Colombia.
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