Comentario 26/09/2022
LA
ECONOMÍA PETRISTA
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Aunque
existe una variada opinión a nivel de los centros de investigación política,
social y académica del mundo sobre considerar las labores del Estado como
productivas o no productivas, no existe una conclusión única y los criterios
son diversos. La teoría de mayor aceptación es que el Estado con sus múltiples
servicios hace una contribución, pero no una producción.
Pongamos
un ejemplo para entenderlo mejor, si un productor industrial, compra materia
prima, emplea maquinaria y equipos, insumos diversos y labor humana para hacer
una transformación y fabricar un producto que luego vende en el mercado y eso
le genera una ganancia, su actividad se considera como productiva en las
llamadas cuentas nacionales, en las cuales se mide lo producido por el
respectivo país en el año correspondiente. Si, por el contrario, en una oficina
pública se hace un trámite para un ciudadano, no hay en realidad una producción
cuantificable, si bien hay una contribución a un proceso que le genera un
beneficio al propio interesado. Este trámite no se contabiliza en esas cuentas
nacionales, por lo tanto, no queda incorporado en la medición del producto
interno bruto del respectivo país en el año correspondiente.
Hay
muchos otros servicios que se consideran una contribución, pero no una
producción, desde el punto de vista mencionado. Para citar dos ejemplos, las
labores de las amas de casa en el hogar (actividades del cuidado doméstico) o
los servicios religiosos de una iglesia (actividades de carácter espiritual),
son contribuciones, pero no producciones comparables a las que realizan otras
actividades como la producción agropecuaria o la minera, los establecimientos
de comercio, los servicios profesionales, los servicios financieros, etc.,
todos los cuales sí forman parte de la producción nacional.
Pues
bien, el programa económico de Gustavo Petro está fundamentado en la
redistribución de la riqueza a través del Estado, mediante la generación de un
amplio número y valor de subsidios o beneficios a las personas consideradas
vulnerables o a las comunidades marginadas, según sus propios criterios. Para
ello se han planeado diversas estrategias de recaudo de impuestos y
contribuciones tales que permitan financiar dichas erogaciones, sin considerar
el mayor recaudo actual, producido por la reforma tributaria anterior hecha en
el último año del gobierno de Iván Duque (con un crecimiento estimado para 2022
de cerca del 20% en el recaudo con relación al 2021, más del doble de la
inflación esperada del 8.5% aproximadamente al cierre del año), se tramita
actualmente una nueva reforma tributaria, la cual ha sido considerada por los
sectores productivos como regresiva, dado el impacto que tendrá en las finanzas
privadas y en los sectores económicos y especialmente en los mineros, esos sí
de carácter productivo. El dinero que por esta vía recauda el Estado, se
volverá gasto en subsidios, los cuales, por sí mismos, no son productivos,
aunque generen bienestar a sectores de la comunidad.
Otras
de las iniciativas del nuevo gobierno para obtener recursos para sus subsidios
surgen de canalizar parte sustantiva de las pensiones obligatorias privadas
para llevarlas a Colpensiones, la agencia estatal que las administra, cuando
hoy son ahorros obligatorios de los ciudadanos en los fondos privados de
pensiones para formar su propia pensión. Estos recursos serán empleados,
entonces, como fuente de nuevos subsidios para quienes no tienen derecho a la
pensión, por no haber cotizado durante su vida laboral o productiva.
Aparentemente, una loable labor pero llena de populismo y de problemas, como,
por ejemplo, trasladar el costo (deuda + intereses) del nuevo subsidio a las
finanzas públicas, ya que los déficit de Colpensiones están a cargo del Estado
y también porque no habrá nuevas generaciones de jóvenes para subsidiar con su
ahorros pensionales a los viejos, como ocurre con los sistemas de prima media o
de reparto estatales como el de Colpensiones, a diferencia de los de ahorro
individual de las instrucciones privadas, máxime cuando la esperanza de vida ha
crecido sustancialmente y el período de pago de su pensión se extenderá.
El
otro frente de recursos surgirá de la salud, ya que la iniciativa del gobierno
Petro es que el sistema sea administrado por el ministerio de salud, sin la
intervención del aseguramiento y la administración que hacen las EPS. De nuevo
un error pensar que la prestación de los servicios de salud de clínicas,
hospitales, centros de atención, laboratorios, paramédicos, farmacéuticas,
etc., pueden ser contratados y pagados directamente por el ministerio de salud,
apoyado en las instancias de los gobiernos municipales, todo lo cual hará que
el sistema de salud se vuelva un verdadero caos y una gran fuente de
corrupción. Si bien algunas no han estado exentas de problemas de corrupción,
la salida de varias EPS, por cancelación de su operación, habla claramente de
la complejidad de operar la salud de los colombianos, hoy considerada de buena
cobertura y razonable calidad. Si por la vía de la administración directa del
pago de los recursos de la salud por el Estado, y no por las EPS, se generan
otros subsidios del gobierno, el sistema, quedaría desfinanciado.
Claramente
hay que afirmar que los recursos de la salud o de las pensiones que surgen de
las cotizaciones de los ciudadanos, no son recursos del Estado, sino de los
propios ciudadanos aportantes. Deberían estar en reservas apropiadas para dar
cumplimiento a esas y no a otras obligaciones. No puede ser que por el camino
de la exacción o apropiación del Estado de más y más impuestos y de más y más
recursos de la salud y de las pensiones, el gobierno se vuelva un generador
interminable de subsidios, los cuales conducen a una enorme dependencia de los
ciudadanos por el fomento al asistencialismo y su no participación en
actividades productivas. No más ver el caso de Estados Unidos, donde,
existiendo demanda de trabajadores en muchas actividades productivas, no hay oferta
de mano de obra, porque los ciudadanos en edad de trabajar se acostumbraron a
la vida de los subsidios.
Si
como en estos ejemplos la política económica de Petro se convierte en una
continua demanda y apropiación de los recursos de las personas y los sectores
productivos, para financiar un Estado asistencialista, tendremos la
circunstancia de que unos deben trabajar para otros vivir “sabroso”, y eso no
puede ser así. Todos somos ciudadanos y todos tenemos derechos, deberes y
responsabilidades con nosotros mismos y con toda la comunidad. La solución está
en estimular el crecimiento económico para generar mayores fuentes de ingresos
privadas y públicas y que, por esta vía, se aminoren poco a poco los problemas
sociales. Pero el programa de Petro apenas si habla de industrialización, sin
indicar cómo, y de agotamiento por extinción de otros sectores productivos,
especialmente los productores de hidrocarburos, bajo el prurito del cuidado del
medio ambiente, donde Colombia tiene una mínima participación en la generación
de gases de efecto invernadero, más por la deforestación, que por el consumo de
energías no renovables.
No
es bueno ni sano el camino del Estado asistencialista y populista que el
gobierno Petro nos está proponiendo. Por ahora, todos serán elogios,
especialmente de sus copartidarios, pero luego vendrán los llantos.