sábado, 29 de octubre de 2022

LA CORRUPCIÓN

 Comentario 31/10/2022

 

LA CORRUPCIÓN

 

Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/

 

Cuando la Procuraduría habla de más de $50 billones como el estimativo del dinero que mueve anualmente la corrupción en Colombia, estamos, sin duda, al frente de un monstruo de mil cabezas. No pasa un día sin que veamos o escuchemos sobre hechos de corrupción en las noticias que divulgan los medios de comunicación. La ambición del dinero fácil se ha vuelto el modo de vida de personas codiciosas, sin sentido de comunidad o sin valores éticos o morales acendrados.

Lo grave en Colombia es que ya no hay en quien creer, prácticamente todos los organismos del Estado (ejecutivo, legislativo, judicial, organismos de investigación y de control, Fuerzas Militares y de Policía, etc.) y los partidos políticos, han sido señalados en algún momento por hechos de corrupción. Funcionarios venales parece ser una “producción” de lo más frondosa en Colombia. Sin embargo, el problema no es en el sector público solamente, en el sector privado hay empresas y personas que están fuertemente comprometidas también en la corrupción. No importa dónde se origine, es corrupción, aquí vale el dicho de “¿quién peca más?, ¿el que peca por la paga o el que paga por pecar?”, tanto los funcionarios públicos como los privados, en connivencia unos con otros, que son proclives a estos delitos, todos son corruptos, no unos menos y otros más.

Ni hablar, como complemento, de lo que sucede en muchas de las campañas políticas de los últimos años y en las diversas elecciones para cargos públicos, acompañadas, varias de ellas, de verdaderas maquinarias de corrupción, de coimas en dinero o en especie y de lavado de activos. ¿Qué tal el caso de Odebrecht hace algunos años?, con muy pocos sancionados, donde también se salpicaba al presidente Santos, para citar un solo ejemplo ¿Otro elefante que no se vio, como en el proceso 8.000 de Samper?

Parte del pesimismo que ha acompañado el país en los últimos meses no se origina sólo en el escepticismo frente al gobierno de Petro, a la evolución económica desfavorable en su mandato y a su proceso de paz total que estará lleno de más impunidad con beneficios, también está fuertemente influenciado por el rechazo a la corrupción rampante y descarada y a la falta de credibilidad en la Justicia, llamada a ser el faro moral de la Nación, pero también comprometida en corrupción, como fue el caso, por ejemplo, del “cartel de la toga”, donde los magistrados vendían sentencias por el pago de suculentas coimas, ¡qué horror!, y estos son nuestros máximos jueces.

Valga resaltar, por el contrario, las valerosas campañas que han emprendido recientemente algunos organismos como la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría para atacar estos males, las cuales, en forma lenta pero progresiva, están produciendo denuncias y detenidos.

Como consecuencia de la corrupción, hay una cultura truculenta en el país por la afectación al patrimonio público, ya son famosos los carteles de corruptos en temas tales como: alimentos para los niños, las pensiones, la salud, la contratación de obras públicas, los impuestos, las regalías, etc. Además, el fenómeno de corrupción se ha replicado en todo tipo de regiones y ciudades, no importando su tamaño.

Ahora, ¿cómo combatir la corrupción?, ¿existe algún antídoto?, por supuesto que sí y es el reencuentro con los valores morales, éticos y ciudadanos, donde lo público debe ser sagrado, por el bienestar de toda la comunidad. Quien atente contra los recursos de la comunidad, por acción u omisión, debería merecer las máximas sanciones penales y el mayor rechazo social, dándole al corrupto el trato de “paria” de la comunidad.

Si los valores de honestidad e integridad fueran una norma de conducta para los funcionarios, los políticos, los empresarios y la comunidad en general, el problema de la corrupción se minimizaría, aunque, lamentablemente, siempre existirán corruptos, pero cada vez más censurados, combatidos y condenados por las autoridades y la propia sociedad.

Subrayemos esto último, si la comunidad acepta como “líderes de acción y de opinión” a los grandes corruptos, y los trata como notables y dignos de ser imitados, habrá más razones para seguir el ejemplo de los que ya lo hicieron, esta es parte de la cultura de lo ajeno como el camino fácil, socialmente no siempre la censuramos, pareciera ser que en algunos sectores se aplaudiera el “éxito” de la corrupción como uno de los grandes logros a seguir.

Además, tan dañina es la corrupción en los contratos como en el manejo del propio gobierno. Cuando el gobierno de turno hace componendas burocráticas o presupuestales para favorecer sus proyectos en el Congreso, de alguna manera también hay corrupción y lesión a la ética y la transparencia públicas. Con ello, se violan los principios políticos y los idearios de gobernantes y partidos que han sido presentados a la comunidad como modelos para ser elegidos como dignatarios del gobierno, como congresistas, como miembros del sector judicial o como funcionarios de organismos de control. Hace algunos años en el país se acuñó el término de untar la “mermelada en toda la tostada”, para significar la corrupción rampante en todo tipo de organismos del Estado y de éstos con algunos miembros del sector privado o con expertos en corrupción y contratos, como Emilio Tapia y su combo, quienes han figurado en los hechos de corrupción más notables de país por muchos años, y siguen apareciendo.

¿Cómo van a ser las relaciones entre el ejecutivo y el Congreso sin que medie la “mermelada? Las primeras de cambio del Gobierno Petro demuestran que habrá más tostada y más mermelada, con algunos partidos de gobierno que han vendido su ideario por beneficios, contratos, cargos y prebendas.

Esta no es una experiencia nueva para el país, se ha vivido antes, y por lo tanto debemos desconfiar en esa clase política, en esos funcionarios públicos y judiciales y en los congresistas que acepten y comprometan su actuación, su inteligencia y su voluntad en el cumplimiento fiel de sus funciones, pero bajo la expectativa de mermelada y no por el bien del país, para superar sus problemas y mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos. No en vano el Congreso y la clase política gozan, hasta ahora, de la peor calificación en términos de favorabilidad, credibilidad y aceptación por parte de la comunidad, como lo evidencian todas las encuestas. Señores miembros del Estado y de los partidos políticos es hora de cambiar esta percepción, con grandeza y con nobleza.

Como afirmaba el exprocurador Fernando Carrillo “La ética renace o el país se derrumba”. Es claro que el antídoto para la corrupción es la honestidad y la integridad, ¿será mucho pedir a nuestros empresarios, a los dirigentes políticos, a los funcionarios públicos, a los judiciales y a los ciudadanos esta conducta? Veremos…… y, con ello sabremos, si el país está cambiando o seguimos en “más de lo mismo” en términos de corrupción.

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