lunes, 13 de marzo de 2023

¿SE ACABA LA DEMOCRACIA?

 Comentario 13/03/2023

¿SE ACABA LA DEMOCRACIA?

Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/

 

En los últimos años se han presentado dos fenómenos complementarios: por un lado, demasiados gobiernos autocráticos[1], autoritarios o dictatoriales y, por el otro, una gran sensación de desencanto con la democracia. Es decir, el mundo está viviendo una fuerte crisis democrática, actualmente hay más países retrocediendo y cayendo en fuertes autoritarismos de derecha o de izquierda.

La democracia es un modelo de gobierno en el cual el poder decisorio en materia económica, política y social recae nominalmente sobre la población, mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de decisiones políticas. En principio, en un esquema democrático, la dirección que toma un determinado territorio o país es establecida por medio de las mayorías sociales existentes en la población, siempre que no haya fuerzas oscuras nacionales y/o extranjeras que desvíen o condicionen la libre decisión de los ciudadanos. Se emplea dicho poder para elegir a los representantes y conformar sus instituciones. Esas representaciones populares pueden originarse por medio de votaciones en diferentes formas, en elecciones territoriales y nacionales para la integración de los diversos órganos de representación o el uso de mecanismos como el referéndum para decidir sobre una temática en particular.

La democracia, entonces, puede ser entendida como una doctrina política y como una forma de organización social, entre muchas otras de sus características distintivas. Se habla, por consiguiente, de democracia participativa y representativa: La democracia participativa considera una forma directa de otorgar a los ciudadanos los mecanismos para ejercer poder político. En cambio, las democracias representativas o indirectas se caracterizan por otorgar, mediante el voto, el poder político a representantes electos. Habitualmente esos representantes públicos serán quienes, en adelante, se encargarán de la tarea de la administración del Estado y del gobierno.

Ahora, la democracia no está exenta de problemas, y, como afirmaba Winston Churchill: “la democracia es la peor forma de gobierno si se exceptúan las demás que se han ensayado.” Con esta forma metafórica de expresión quería significar que todos los modelos políticos y económicos tienen cosas buenas y malas, pero que, sin dudas, el que menos problemas tiene, sin dejar de tenerlos, es la democracia. En nuestra opinión, las connotaciones negativas de la democracia no son por el modelo en sí mismo, sino por el aprovechamiento desviado que la clase política hace de su aplicación, especialmente con inclinaciones tales como el populismo, el nacionalismo, la autocracia o las propias dictaduras disfrazadas de democracias. Todo lo cual se acompaña, frecuentemente, con males difíciles de erradicar, tales como la burocracia, el nepotismo, la corrupción y el clientelismo. Como se observa estos no son problemas originados por el modelo democrático, sino por algunos gobernantes y prueba de ello es que existen democracias muy maduras, estructuradas, respetadas y acatadas, las cuales no están contagiadas de las descritas “enfermedades”, independientemente de si provienen de orientaciones políticas de derecha, de izquierda o de centro.

Además, si los anteriores fenómenos negativos se contagian de ideas totalitarias, la democracia y sus instituciones quedan claramente en peligro. El problema se complica aún más si las instituciones (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Órganos de Control) son débiles y no gozan de buen reconocimiento, como en el caso del Congreso de Colombia con muy baja favorabilidad en los ciudadanos por sus líos de corrupción, ineficiencia y malas prácticas (menos del 40% de intención favorable). Si le sumamos a ese escenario una complejidad adicional como la falta de partidos políticos idóneos, fuertes, reconocidos y con autenticidad en sus principios y actuación, no “veletas” que cambian la dirección de su conducta al son de las mayores prebendas, beneficios, cargos, proyectos y presupuestos, como son la gran mayoría de partidos en Colombia.

Al presentar uno de sus recientes libros “El liberalismo y sus desencantos”, el profesor Francis Fukuyama (Connotado politólogo y académico estadounidense, autor de muchos libros “El fin de la Historia” y “El último hombre”, entre ellos), se refiere de dos maneras al caso de Latinoamérica sobre el desencanto con la democracia liberal, sus causas y consecuencias. “En América Latina está el populismo que hoy identifica a un buen número de gobiernos de izquierda, algunos de los cuales no necesariamente gobiernan para todos, sino para privilegiar a sus partidarios, casos como Argentina, Venezuela y Nicaragua. De hecho, la mayor amenaza que enfrenta el liberalismo en esta parte del mundo viene de la izquierda progresista, que no acepta posiciones ni creencias distintas a las que plantea, porque supuestamente representa la voluntad popular. Lejos de ser tolerante o incluyente, denuncia a quienes piensan distinto, busca concentrar el poder y muestra rasgos totalitarios”. En otra de sus reflexiones afirma que esas tendencias populistas y totalitarias no sólo afectan las democracias, sino que también atizan la polarización en entre los ciudadanos, para concluir: “Lamentablemente, lo que uno ve en este ambiente de polarización en Latinoamérica es una derecha que no quiere renunciar a ninguno de sus privilegios y una izquierda que quiere destruir todo lo que venía de antes. No basta con sacudir el problema, es necesario arreglarlo. Ahondar los problemas o crear unos nuevos no soluciona nada y puede debilitar todavía más el concepto de la democracia liberal” (El Tiempo, domingo 5 de febrero de 2023).

Para muestra el botón de lo que hoy sucede en Colombia: populismo, autoritarismo, estatismo y, como consecuencia, mayor polarización y desencanto con los partidos políticos, las instituciones, el gobierno y la democracia misma. Jamás debemos atribuirle a la democracia abierta y participativa los males de sus gobernantes y menos condenarla al desencanto y a la transformación por otros modelos de gobierno radicales, autocráticos y sólo ideológicos. Exijamos a nuestros gobernantes, políticas y gestión de estado en beneficio de todos los ciudadanos y del progreso amplio de la comunidad y no les permitamos la imposición de su ideología, cualquiera que ella sea. Si no es así, acabaremos por rechazar la democracia liberal como forma de gobierno y sociedad, no debemos olvidar las sabias palabras de Winston Churchill, hay modelos mucho peores.

 



[1] Una autocracia es un modelo de gobierno y de gobernantes que buscan concentrar el poder en una sola figura (a veces divinizada).

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