Comentario 24/04/2023
LA
INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LA ECONOMÍA
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
En
las economías abiertas y democráticas, con libertad en la iniciativa y en la
propiedad privada, existe un papel regulatorio por parte del Estado, que puede
atravesar una línea muy fina entre un criterio sano para evitar excesos,
abusos, monopolios o posiciones dominantes privadas, y un papel mucho más
interventor, agresivo e injerencista de gobiernos con tendencias autocráticas o
aún totalitarias, en economías que dicen tener un marco democrático y de
separación de poderes. No estamos hablando de la intervención del Estado en
temas de carácter social o prioritario, se trata de la intrusión en iniciativas
empresariales privadas diversas, quienes, en ocasiones, se ven constreñidas en
su desenvolvimiento por la intervención de sus gobiernos.
De
acuerdo con el Doctor José Gregorio Hernández, exmagistrado de la Corte
Constitucional de Colombia, en un excelente artículo publicado en La República
de 1/03/2023, afirma:
“El
Estado, dice la Constitución, debe intervenir en la economía, por mandato de la
ley, para lograr, entre otros fines, el mejoramiento de la calidad de vida de
los habitantes, la distribución equitativa de las oportunidades y los
beneficios del desarrollo, y la garantía, a todas las personas –en particular
las de menores ingresos–, de tener acceso efectivo al conjunto de los bienes y
servicios básicos. No se trata de intervenir por intervenir, sino de usar las
atribuciones correspondientes, para alcanzar los fines primordiales del Estado,
entre ellos la justicia social, la igualdad real y efectiva, además del
verdadero respeto a los derechos fundamentales.
(...).
La Constitución establece cláusulas expresas que limitan el ejercicio de la
libertad económica al interés general y la responsabilidad social, de forma que
lo haga compatible con la protección de los bienes y valores constitucionales
cuyo desarrollo confiere la Carta a las operaciones de mercado.
La
sentencia C-331 de 2020 agregó: “El Estado moderno cumple un papel
preponderante en la intervención de la economía (...). En este escenario, el
Estado orienta su actividad para obtener resultados afines con el interés
general y con los objetivos y propósitos propios de la organización estatal. Un
Estado intervencionista tiene como función garantizar que la economía funcione
adecuadamente, combatiendo fenómenos negativos como la colusión empresarial,
las prácticas restrictivas de la libre competencia y los abusos de la posición
dominante, tratándose de una economía de mercado.
Garantizada
como está la libertad de empresa –razonable y proporcionada–, prevista y
asegurada la iniciativa privada, y establecido el papel activo, directivo e
interventor del Estado en la economía, se ha de buscar el equilibrio entre
tales postulados, bajo la conducción del Gobierno, con miras a la procura del
interés colectivo y la cristalización del Estado social de derecho”.
La
gran pregunta es: ¿cuáles son los límites de ese Estado interventor, para que,
sin dejar de serlo según su mandato constitucional, no se vuelva injerencista
en la iniciativa privada?
La
línea divisoria parece muy delgada, por momentos borrosa o poco nítida, y
particularmente en el gobierno de Gustavo Petro, cuya tendencia es a la
estatización de muchos servicios y al direccionamiento de sectores económicos
completos, prueba de lo cual son las reformas a la salud, la laboral o a las
pensiones recientemente presentadas donde se busca que dichos servicios sean
administrados y dirigidos por el Estado bajo su directa intervención con una
limitada y restrictiva participación del sector privado. Como también la
influencia gubernamental en la determinación de los dirigentes o las políticas
que deben conducir determinados gremios u organizaciones de regulación y
control (caso Camacol, Fedecafé, la Creg, la Asociación Colombiana de Petróleo y
Gas, la Aerocivil, la Superindustria y Comercio, para mencionar sólo algunas).
Este
es un asunto crucial en el buen desempeño de la economía de mercado y de la
voluntad inversionista, quienes buscan, no solamente un entorno económico
adecuado y un mercado creciente y diversificado, sino, como lo más importante,
seguridad jurídica para sus inversiones. Si el Estado es propenso a intervenir
en los asuntos de la economía privada para ajustarlos a sus intereses
políticos, le resta muchos grados de libertad al empresario y a sus decisiones
de permanecer, crecer, expandirse y diversificarse.
Los
ejemplos están muy cercanos en economías latinoamericanas que se han acercado
al populismo, la demagogia, el intervencionismo de Estado y en algunas
ocasiones a la expropiación y la nacionalización de los negocios o aún de las
propiedades privadas. Fatalmente esas economías decrecen y se envuelven en un
marasmo económico del cual difícilmente se reponen.
Tanto
como la seguridad jurídica, los ciudadanos y los empresarios necesitan tener
confianza en los gobiernos nacionales o regionales que ocupan dichas
dignidades. Cuando se pierde la confianza y el sentimiento es de temor o
rechazo, la incertidumbre es el rey y, como es bien sabido y probado, los
negocios con condiciones adversas por injerencia gubernamental no prosperan ni
se desarrollan.
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