domingo, 8 de octubre de 2023

LA DESCONFIANZA

 Comentario 09/10/2023

 

LA DESCONFIANZA

 

Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/

 

Por donde uno “camina” se siente, cada vez con mayor fuerza, un ánimo de desconfianza sobre el estado presente y el futuro inmediato de la evolución del país, en materia económica, política, social y de seguridad. Las inquietudes e insatisfacciones afloran tanto del lado de las personas como del de las empresas y de muchos organismos sociales o comunitarios que avizoran cómo el panorama se está ennegreciendo y los correctivos y soluciones no se están ejecutando, para aminorar los impactos negativos de la desaceleración económica nacional e internacional que ya se siente y que puede profundizarse, prolongarse y agravarse con el correr de los acontecimientos y el pesimismo que cada vez acompaña las decisiones de compra o inversión de los negocios y las familias.

Vamos por partes y veamos cada caso:

El 2023 será un año de muy bajo crecimiento económico, medido por la evolución del producto interno bruto (PIB), el cual se espera que se ubique en un rango entre el 1% y el 1.3%. Históricamente Colombia ha tenido un crecimiento moderado alrededor del 3% al 5% promedio entre los años, así que un descenso, hasta el rango esperado al cierre del año, habla con fuerza de la pérdida de dinámica económica en los sectores especialmente de: industria, comercio, construcción, y agropecuario, que son los de mayor contribución al empleo y al crecimiento económico. Sólo se destaca con algún crecimiento el Gobierno (quien ejecuta un presupuesto elevado), y los sectores de tecnología y de servicios, especialmente. Muchos nubarrones en el sector energético y en la exploración y explotación de hidrocarburos, por restricciones regulatorias y de consultas populares, sin solución a la vista. En otros sectores la evolución habla de un muy bajo crecimiento y aún estancamiento. Especialmente grave es el caso del sector de vivienda que presenta decrecimientos en el 2023 versus el 2022 superiores al 50%, particularmente uno de los sectores que más dinamiza la economía y el empleo.

Si no hay un repunte en la demanda de todo tipo de bienes en el cierre del año, octubre-diciembre, el crecimiento del año será aún más bajo y afectará con severidad la expectativa del 2024. Lo malo es que, a la altura del año, la inversión y el consumo se muestran de “capa caída”, prácticamente paralizados.

En materia política el escenario está lleno de nubarrones por la inestabilidad y falta de gobernabilidad del ejecutivo, ante las persistentes acusaciones de violación a las normas y topes electorales en la campaña de Petro del 2022, bien por recibir dinero de partes non sanctas o bien por exceder los topes de ingreso u ocultar algunos de los gastos, con violaciones que podrían conducirlo a la inhabilidad política. A esto se suma el pobre respaldo en el Congreso pues el Pacto Histórico, movimiento político que acompaña al presidente Petro, cada vez está más sólo, si no es a punta de “mermelada”, los proyectos del gobierno no caminan. Las elecciones departamentales y municipales del 29 de octubre muestran a los candidatos y relacionados con el petrismo en bajos niveles de aceptación y popularidad, en general, según las encuestas de opinión de diferentes medios de comunicación de diversa tendencia editorial o política.

Las reformas planteadas por el gobierno Petro, laboral, pensional, salud, educación, entre ellas, recorren un camino tortuoso y lleno de sobresaltos en el Congreso, la razón fundamental es el cambio abrupto en temas que hoy funcionan bien, pues no se corrige lo necesario para mejorar, sino que se establece un nuevo ordenamiento, lleno de incertidumbre, falta de claridad en su funcionamiento y poca o ninguna viabilidad económica, de hecho las encuestas de opinión demuestran que cerca del 70-80% de los ciudadanos no aprueban las reformas. Si bien hay temas por mejorar, hay que construir sobre lo construido y no usar una política de borrón y cuenta nueva. Demasiada ideología de extrema izquierda por parte del gobierno nacional les impone un tinte político grave a las reformas, lo cual las aleja de la evaluación y discusión técnica y funcional durante su aprobación, como debería ser.

El hecho más inquietante es el desplazamiento de los servicios que hoy presta el sector privado en cada campo de atención, con una razonable calificación de calidad y oportunidad, para fortalecer los servicios del Estado, quien no ha sido, hasta ahora, un modelo de virtudes en los servicios a su cargo, más cuando la complejidad, el número de beneficiarios, la demanda por servicios y por recursos se concentre sólo en el Estado y en sus agencias. Hay enormes peligros de politización, sindicalización, corrupción y clientelismo en este tipo de concentración de servicios y recursos en el Estado.

En materia de seguridad, ni hablar, los esfuerzos de paz total, de desmantelamiento de bandas criminales y de narcotráfico, no han producido resultados reales y apreciables, los territorios son más vulnerables a la acción guerrillera (ataques, secuestro y extorsión) y delincuencial, la producción de estupefacientes aumenta y la delincuencia común se enseñorea en cada rincón del país, los ciudadanos ya tenemos verdadero temor de salir a las calles. Además, hay una fuerte tendencia, estimulada de alguna forma con el discurso populista y oportunista del gobierno a que se fomente la invasión de tierras productivas en diferentes regiones del país. La acción de las autoridades o poco se ve o no se tiene por la propia voluntad del presidente Petro. De otro lado, la polarización política cada vez es más pugnaz y desafiante, es una “chispa” por explotar.

En el campo social urbano y rural los desafíos son enormes y los logros pocos, el desempleo, especialmente en el campo, la pobreza, los retos en educación, salud e inclusión, los problemas con el crecimiento de la población de niños y de adultos mayores para poder atenderlos adecuadamente, los servicios públicos, el encarecimiento de las tarifas y de la gasolina, la inflación persistentemente alta, las tasas de interés elevadas y la nula o muy baja generación de nuevas oportunidades se vuelven poco esperanzadoras.

Los empresarios se encuentran solos, sin el acompañamiento del gobierno, quien ha sido reacio a un trabajo mancomunado con el sector privado o a escuchar sus argumentos y planteamientos, más bien hay una acción de menosprecio y aún de desprecio por parte del Ejecutivo, los problemas del país son causados por ellos, según muchas e inopinadas declaraciones dadas por los funcionarios públicos. Los empresarios sienten inseguridad jurídica, condiciones de negocios poco propicias para su crecimiento y desarrollo y sólo le “juegan” al mantenimiento y a la sostenibilidad, en un entorno que consideran adverso, amenazador y con tendencia cada vez a mayor deterioro.

El año 2023, en consecuencia, será un mal año económico, político, social y de seguridad, lo malo es que el 2024 se avizora también con muchas amenazas en la economía nacional e internacional, lo cual se suma al estado de desconfianza que hoy tenemos en la economía y en el gobierno. Y viene el fenómeno del niño, con mayor fuerza hacia los meses de febrero a junio del próximo año, éste puede tener, según su severidad, consecuencias complejas en materia de alimentos y suministro de energía, con todos sus costos e implicaciones.

Lo anterior, sumado a los temores individuales que cada quien siente, por la inestabilidad y falta de condiciones favorables que su situación particular puede tener, está generando un elevamiento sin par en la incertidumbre de las personas, las familias, las empresas y las organizaciones sociales y comunitarias. Esta sensación se traduce en parálisis de decisión y acción, menor dinámica pues los “riesgos son mayores que los beneficios”, en ese caso buscamos sólo dejar pasar el momento, con lo cual afectamos nuestras decisiones de compra o inversión, lo que retroalimenta el ciclo de bajo crecimiento o desaceleración y aún nos puede conducir a una recesión, que en el caso de Colombia sería una estanflación, pues tendríamos muy bajo, ningún o negativo crecimiento con una inflación elevada y persistente.

Si no se restablece la confianza, la incertidumbre se afianzará y todos los ciudadanos la sentirán como menor calidad de vida, de oportunidades o de bienestar.

 

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