Comentario 12/02/2024
PROSPERIDAD
Y FELICIDAD
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
En
un interesante libro del autor británico Tim Jackson, denominado “PROPSPERITY
WITHOUT GROWTH”, se hacen reflexiones sobre el concepto de prosperidad y cómo
éste no está determinado únicamente por el crecimiento económico y el tamaño
del PIB per cápita de los países. El texto está fundamentado en estudios
científicos poblacionales realizados en diferentes países con condiciones
distintas de ingreso por habitante, edades, escenarios de vida, crecimiento
económico, educación y bienestar social, éste último, proporcionado por los
Estados.
Lo
primero que hace es discutir el término prosperidad, cómo se entiende en los
países más diversos, para encontrar que la prosperidad no es un concepto
universal ni único, su interpretación depende de la cultura y las costumbres y,
por supuesto, del entorno de cada país el cual puede verse afectado por el
delito, el narcotráfico, la corrupción, la violencia de todo tipo, los grupos
de poder, etc., como también por el orden, la cultura ciudadana cívica, las
buenas costumbres, los valores humanísticos, los niveles educativos, etc. Sus
estudios le permiten concluir que puede ser más próspero alguien que se eduque
que alguien que simplemente tiene mucho dinero. Aquí entran a jugar conceptos
subjetivos asociados a la prosperidad tales como: felicidad, bienestar, calidad
de vida, ingresos, utilidad, seguridad, plenitud, satisfacción de vida, familia
y amigos, entre otros. Encuentra el profesor Jackson, por consiguiente, que
existe una gran correlación entre la felicidad y el bienestar de vida, pero no
así entre la misma felicidad y los ingresos per cápita.
Hay
sociedades con menor ingreso per cápita que se manifiestan muy felices, como es
el caso de Colombia, calificado como uno de los países más felices del mundo, a
pesar de que los ingresos por habitante están muy lejos de los países más
desarrollados. De hecho, hay países de bajo ingreso por habitante y de bajo
crecimiento económico cuyos ciudadanos afirman vivir muy felices, pero en este
caso se refieren más a la satisfacción de vida que al ingreso, la seguridad o
la utilidad.
La
prosperidad y el bienestar son conceptos bien diferentes en la mente de las
personas cuando se tratan de asociar con el ingreso. Obviamente se requiere un
mínimo de ingresos para tener bienestar y para sentir prosperidad, sin embargo,
crecer en ingresos no necesariamente se traduce en más felicidad, de hecho, las
personas de altos ingresos se manifiestan tan felices como otros de menos
ingresos, pero en muchas ocasiones más infelices que los demás.
A
diferencia del ingreso, como el causante del bienestar de vida y de la
felicidad, el profesor Jackson asocia estas últimas sensaciones con tres
conceptos relevantes en general:
- Vida saludable: es decir condiciones de vida razonables en cuanto alimentación, salud, recreación, deporte, placeres sanos, buen dormir y medio ambiente.
- La esperanza de vida: aunque reconoce que hay factores genéticos involucrados, especifica que las sociedades que logran mayor esperanza de vida intrínsecamente demuestran mayores niveles de tranquilidad, relaciones sociales pacíficas y armónicas y, por supuesto, costumbres de vida sanas.
- Participación en la comunidad: este factor lo considera indispensable para el bienestar, tener algún tipo de relación con otros miembros de la comunidad, en forma estable y participativa, cualquiera que sea la naturaleza de esa relación. Advierte que una de las causas de mayor infelicidad y enfermedades físicas y mentales es justamente la soledad y el aislamiento.
Lamenta
el profesor Jackson que lo que en realidad nos interesa, lo estemos traduciendo
en consumo más que en bienestar. Los factores de familia, amistad, sentido de
comunidad, sentido de pertenencia, estatus social, propósito de vida,
identidad, entre otros, nuestra sociedad de consumo trata de rodearlos de
bienes y propiedades para poderlos disfrutar, lo cual no debe ser así. Éstos
son valores por sí mismos, no por lo que el resto de la sociedad piense de
ellos o haga con ellos. Por ejemplo, el sentido de familia frecuentemente está
más arraigado en familias aún de menores ingresos que en familias de altos
ingresos, donde, en muchos casos, justamente los ingresos se han vuelto el
origen y la causa de la división familiar. En otro caso, por ejemplo, nuestra
sociedad le da valor al estatus social que se logra con la acumulación de
bienes, pero esto no necesariamente nos hace mejores personas o personas con
más bienestar de vida o satisfacción de vida.
En
síntesis, se afirma que tener dinero es sinónimo de estatus social, no tenerlo
es considerado pobreza o ausencia de bienestar, aunque las personas pobres
muchas veces se ven muy felices. Sin embargo, hay una relación entre la manera
de ser, de tener, de pensar y de obrar y el bienestar de cada individuo,
numerosas veces tener más no es sentirse mejor, es sólo haber acumulado más
bienes o dinero, lo cual quizás nos proporcione más estatus social, pero no
necesariamente más felicidad. En ocasiones, personas, aún con más recursos y
posesiones, se sienten infelices y algunos, lamentablemente tienden al suicidio
físico o mental (separarse de la comunidad o de la familia y amigos).
La
felicidad no es ausencia de problemas, es la habilidad para tratar con ellos y
resolverlos o mitigarlos de manera satisfactoria y a tiempo. La felicidad, en
consecuencia, parece tener más que ver con nuestra actitud de vida y nuestras
creencias y valores positivos, que con nuestras posesiones. De hecho, hay
muchas personas en la historia que han entregado sus bienes para servir a los
demás y así han encontrado la felicidad y, en algunos casos, la santidad. En
cambio, hay muchos que son islas de prosperidad y océanos de infelicidad. Si
esto es así, ¿qué nos motiva, entonces, al progreso social o personal mediante
el dinero?
En
la práctica, los ingresos son necesarios, pero no son suficientes para
garantizar la prosperidad o para apuntalar la felicidad. La esperanza de vida,
en general, mejora con el ingreso, pero llega un momento en el que más ingreso
no agrega más esperanza de vida. Inclusive hay países de menores ingresos que
tienen mejor esperanza de vida que otros de mayores ingresos.
Nuestra
felicidad, bienestar y progreso depende más de nosotros mismos y de nuestra
adecuada relación con los demás, que de los bienes y el dinero que tengamos o
de lo que otros piensen de nosotros. Ojalá estos valores se inculquen desde la
niñez a los ciudadanos colombianos, para lo cual las familias y los centros de
educación tienen mucho que decir.
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