Comentario 12/08/2024
AVIZORANDO
EL 2026
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
El
7 de agosto de 2024 se inicia la etapa final del presidente Gustavo Petro, sus
dos últimos años en el poder, con el lema del gobierno del cambio. Desde ahora
debemos avizorar lo que puede pasar en su infortunado término del ejercicio y
con un nuevo mandato que elijan las urnas en el año electoral de 2026.
Los
dos primeros años del gobierno de Petro han dejado poco que mostrar, pues sus
logros en materia política, económica, social y del proceso de paz, así como
del cumplimiento del acuerdo de paz, han sido opacos o nulos, aunque el
presidente trate de atribuirse como suyos logros que son del sector privado y
de la sociedad, en los cuales no ha influido el gobierno. Veamos:
En
materia económica, el país atraviesa una senda de crecimiento del PIB tan bajo
como el 2% o menos, y en los dos años próximos se sentirán con más fuerza dos
efectos que lo impactan negativamente: por un lado, la caída de la inversión
privada por desconfianza e incertidumbre, además de nuevas amenazas tributarias
e inestabilidad política mundial, regional y local; por otro lado, la inversión
y el gasto público se verán completamente disminuidos por el alto déficit
fiscal, el bajo recaudo de impuestos y el alto endeudamiento público, los
cuales amenazan con el incumplimiento de la regla fiscal. Así las cosas, no
habrá impulsores de la demanda, y el consumo de los hogares, además, se ha
deteriorado por efecto de insuficiencia en los ingresos de las familias, las
altas tasas de interés y la inflación, con tendencia a la baja, pero aún con
valores significativos.
Por
el lado de la política, las acusaciones de violación de topes en la campaña
electoral de Petro, los desfalcos y la corrupción en la Unidad Nacional de
Riesgo de Desastres, la compra de conciencias de congresistas para aprobar las
reformas de Petro en el Congreso, y la connivencia de funcionarios públicos y
congresionales con estos hechos, han enrarecido el ambiente para avanzar en el
tránsito tranquilo y ponderado de las reformas que el gobierno pretende o en
las demás iniciativas de los parlamentarios.
La
coalición de gobierno con la cual contó Petro al principio de su mandato, el
propio presidente la destruyó y ya no cuenta con las mayorías que lo apoyen en
el Congreso. El cambio frecuente de funcionarios y ministros hace que el manejo
público sea improvisado e inestable. Además, las continuas amenazas sobre
Constituyente, proceso constituyente, fast track, incitación a las calles,
etc., llenan de incertidumbre y desconfianza al sector privado, quien, además,
desde el gobierno se le ha maltratado, desconocido y menospreciado como agente
de transformación y cambio, esencial para el desarrollo y crecimiento del país.
La
paz total, lema de su gobierno, ha resultado un fiasco y cada vez más el país
retrocede en materia de seguridad, avances en los procesos de paz y
pacificación de amplias regiones del país. Los intentos de negociación con
diferentes movimientos guerrilleros, narcotraficantes o de delincuencia
organizada no han conducido a buenos resultados, lo cual atiza más la hoguera
de la confrontación, la inseguridad y la falta de confianza en su éxito y
vigencia. Los avances en la implantación del acuerdo de paz tampoco son
significativos ni contundentes, solo mantienen los privilegios de los altos
mandos de las FARC que suscribieron el acuerdo del 2016.
En
materia social, los inveterados problemas de desempleo, pobreza, informalidad y
falta de cobertura de seguridad social se han tratado de mitigar sin éxito con
la aplicación de la reforma agraria, consagrada en el acuerdo de paz del 2016
en el gobierno de Santos, sin avances significativos y más bien con retroceso.
Se ha afirmado que las reformas del gobierno son las que se necesitan para el
avance en los problemas sociales, pero estas se han caído en su trámite, son
abiertamente inconstitucionales o no resuelven el origen de los problemas. Por
lo tanto, salvo algunos subsidios a poblaciones específicas, en materia social
no hay un verdadero progreso.
No
es difícil entender, luego de este inventario, que la favorabilidad con la cual
contó el presidente Petro al principio de su mandato se haya revertido y ya
llegamos a cifras del 65% de opinión desfavorable y más del 70% de opinión
sobre que el país no va por buen camino.
Los
dos nuevos años del gobierno petrista, secundados por su respaldo en el Pacto
Histórico, no se avizoran, por lo tanto, con un positivo optimismo, más bien
con un moderado pesimismo, pensando en no ser todavía derrotistas y que algo
bueno de la gestión de gobierno pueda prosperar. La experiencia del país con el
primer gobierno de la izquierda no se reconocerá como de verdadero progreso, si
bien su auto calificación es de ser un gobierno progresista.
Sin
embargo, con miras al nuevo presidente que será elegido, Gustavo Petro aún
cuenta con un sólido apoyo en un 30% de favorabilidad que parece que
monolíticamente lo acompaña. Si los movimientos contrarios de los demás
partidos de centro o centro derecha no se estructuran en una férrea campaña de
defensa de la democracia, las instituciones, la anticorrupción y la superación
de los problemas de pobreza, de violencia, de desarrollo, de la autonomía
regional y con firmes programas para el progreso del país, podrán ser
derrotados por el progresismo, máxime si los opositores, además, no dejan de
lado egos y rencillas y se van a las elecciones divididos y segmentados en
muchos grupos y partidos dispersos. Es el momento de la unidad del pensamiento
liberal, democrático, institucional y privado.
El
2026 está a la “vuelta de la esquina” y por ahora no vemos esos pensamientos de
integración de fuerzas, ideales y programas de gobierno que cohesionen,
motiven, ilusionen, muevan al público no petrista y sean una alternativa al
progresismo de Petro y del Pacto Histórico.
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