Comentario 21/07/2020
¿DISTRIBUIR EL INGRESO O LAS OPORTUNIDADES?
Por: Carlos Alberto Mejía Cañas
Ingeniero Industrial y Administrativo
Http:/reflexiones-de-cam.blogspot.com
No son fáciles los momentos que atraviesan todos
los países en razón de la pandemia del Covid 19 y sus consecuencias en la salud
y el bienestar de las personas, ya que ha afectado también severamente la
estructura económica de toda la comunidad, a más, por supuesto, de la grave
alteración en la vida social y familiar. Los fenómenos de cuarentena, que han
conducido a períodos de suspensión de actividades productivas de la gran
mayoría de ciudadanos y negocios, han causado una destrucción de empresas y
empleos/ocupaciones sin igual, y los que aún mantienen su actividad, en
general, han sido golpeados en su estabilidad, su sostenibilidad, su crecimiento
y su desarrollo. Ni hablar de sus pérdidas y las mermas en su rentabilidad o
con la generación de verdaderas destrucciones patrimoniales.
Como consecuencia, el proceso de recuperación será
lento, tortuosos y costoso: por un lado, la salud de todos dependerá de ganar
inmunidad frente al virus a partir de la aplicación de vacunas convenientemente
y científicamente desarrolladas, las cuales, por ahora, si bien se afirma que
hay avances prometedores, son todavía una ilusión lejana. Se requieren muchas
pruebas y chequeos para su puesta en marcha y luego vendrá el problema de la
distribución y aplicación en todo el mundo y en todas las personas (gigantesca y
compleja tarea). Esta será una “batalla” entre los Estados y los distintos
Gobiernos por adquirir derechos de uso suficientes, oportunos y masivos. Ya hay
países reservándose los derechos futuros para su aplicación primigenia en sus
ciudadanos, y …. los demás, ¿cuándo? “Las uvas están verdes en este campo”[1],
como dicen las fábulas de Esopo, todavía hay mucho camino por recorrer y por
aprender y nadie tiene el éxito garantizado.
Por otro lado, está el problema social, de
bienestar y económico de las familias y las empresas que han tenido
dificultades insuperables durante la pandemia, reflejadas en pérdida de su
ocupación productiva, por el lado de las personas, o en incapacidad de
operación, por el lado de los negocios, así como en la inactividad de muchas
organizaciones sociales, colectivas o comunitarias. Aquí tenemos problemas
económicos, humanos, sociales, familiares y comunitarios de extrema gravedad,
al punto que diferentes agencias de investigación económica nos hablan de la “década
perdida” en cuento al retroceso social que podríamos tener, llegando a hablar
de hasta 5 millones de pobres para Colombia y más de 150.000 empresas fallidas como
resultado de la pandemia, con paso atrás en muchos años de esfuerzos, programas,
realizaciones y proyectos ejecutados para superar los niveles de pobreza o
crear y mantener las empresas.
Complejo problema, desde dos puntos de vista que
son sinérgicamente difíciles de abordar, la cantidad y el origen de los
recursos para destinar a la solución, por una parte, y el orden de prioridades,
por la otra. En cuanto al origen de los recursos es evidente que se requiere
una combinación de acciones del sector privado y del sector público, veamos:
El privado haciendo un enorme esfuerzo por mantener
su actividad productiva acudiendo a lo mejor de sus capacidades y reservas,
creyendo en el país y confiando en su recuperación, paulatina y tortuosa, sí,
pero certera también. No es meramente casual que Colombia haya mantenido
estándares de crecimiento económico (PIB) moderados pero permanentes durante
los últimos decenios, como fruto de su mercado interno y su importante clase
media. La campaña de consumir colombiano es un buen mensaje para que todos
“rememos” hacia el mismo lado. El empresario y el consumidor son un binomio
invaluable en las circunstancias de hoy.
Por su parte, el Estado, tendrá que jugársela con
una variopinta mezcla de fuentes de recursos, como los que surgen de sus
aprovechamientos y rendimientos, el endeudamiento, los impuestos y
contribuciones, la venta de algunos bienes y la necesaria contracción del
tamaño del su organización y funcionamiento para aplicarlo a las prioridades
sociales y empresariales que decida apoyar. En materia de impuestos no habrá
mucho espacio, pues ya se venían reduciendo para estimular el crecimiento
privado y la generación de empleo formal, más los días sin IVA, entre otras
acciones, como los subsidios a sectores vulnerables y las facilidades para el
mantenimiento de la nómina o con líneas de crédito (o soporte a las garantías)
para sectores productivos específicos. Sin
embargo, en circunstancias como la actual, suelen ser los Gobiernos quienes
generan el impulso inicial a la economía para su despegue, con la puesta en
marcha o la profundización en obras de desarrollo significativas, las cuales
motivan al sector privado también a invertir y buscar oportunidades.
Simplemente son tantos los necesitados de ayuda
que los recursos del Estado, por más que se intenten “alargar”, siempre se
quedarán cortos. De allí la necesaria combinación de esfuerzos públicos y
privados para afianzar la recuperación económica y social. Si “las uvas están
verdes” en materia de salud, apenas son semilla en materia económica. Mucho
será el esfuerzo y el tiempo que tardará la real recuperación de la economía
del país en todos sus frentes, lamentando desde ahora que será inevitable tener
un “valle de los caídos”, pues algunos negocios o actividades difícilmente se
recuperarán.
En esencia, lo que se debe y quiere hacer es
generar nuevas oportunidades para todos, de tal manera que más personas y negocios
puedan establecer o restablecer su actividad económica. Esto es distinto a lo
que piden los líderes de la izquierda del país que solicitan distribuir los
ingresos, a los cuáles habría que preguntarles ¿los ingresos de quiénes?, en
estas circunstancias. Eso nos conduciría al proverbio chino de “dale a un hombre
un pez y comerá un día, enséñale a pescar y comerá toda la vida”. Hay que “enseñar
a pescar, no simplemente dar pescados”.
Creemos oportunidades, no habituemos al país y a
sus gentes a recibir subsidios del Estado, salvo en poblaciones muy vulnerables
y en forma temporal, ni pensar en una renta básica para 9 millones de
ciudadanos o algo por el estilo, como lo propone la izquierda política, esto
los convertiría en proclives dependientes y en muchos casos en un “peso muerto”
para la sociedad. Es mejor tener oportunidades de conocimiento, ocupación,
empresarismo, iniciativa y decisión individuales a depender del Estado y, por
esta vía, depender también de una clase política, frecuentemente corrupta, para
mantener los subsidios.
[1] “Las uvas están verdes”
se refiere a lo que anhelamos y aún no hemos alcanzado o a lo que definitivamente no podemos alcanzar,
según las fábulas de Esopo.