Comentario 31/05/2022
LA
NUEVA CLASE POLÍTICA
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
La
campaña electoral por la presidencia de la República en la cual estamos
comprometidos, concluidas las etapas de consultas y primera vuelta, nos
proyectan a una segunda vuelta, conocida también como el ballotage, donde se
definirá quién de los candidatos, Rodolfo Hernández o Gustavo Petro, tomará la
banda presidencial el próximo 7 de agosto.
La
realidad es que estamos ante dos modelos de país:
Rodolfo,
ingeniero de profesión y exalcalde de Bucaramanga, como candidato
independiente, es una persona demócrata, respetuosa de la constitución y las
instituciones, defensora de la iniciativa, la propiedad privada y la libre
empresa, si bien tiene claro que el rol del Estado es propender por el bien
común, especialmente para los menos favorecidos, a través de la educación, la
salud, la vivienda, la generación de empleo y de bienestar para los miembros de
la comunidad. Sin embargo, su espíritu es desafiante frente a la clase política
tradicional, las maquinarias, el clientelismo y la corrupción, a quienes
censura acremente por haber conducido al país a sus niveles de inequidad. Su carácter es tan independiente que afirma
estar dispuesto a recibir apoyos para la segunda vuelta, vengan de donde
vengan, pero sin la contraprestación de establecer acuerdos políticos,
programáticos o burocráticos con ningún partido tradicional o movimiento
político. Han tratado de clasificarlo como populista, pero esta afirmación es
más de campañas contra él, puesto que, en realidad, él no le ha presentado al
país un programa de gobierno detallado y por lo tanto nada ha prometido, salvo
acabar con la “robadera” (corrupción), como la llama. Prácticamente afirma que,
si no hay corrupción, habrá recursos suficientes para resolver los problemas
sociales del país. Se ha referido al acatamiento de los acuerdos de paz y a
explorar nuevos horizontes en los tratados de libre comercio. Su lema es: “lo
concreto motiva y lo simple es lo poderoso”. En sí mismo, Rodolfo es tan
singular que constituye una nueva clase política, salido de todos los cánones
de lo tradicional, aún en su manera de hacer política, sin “plaza” pública ni
discursos.
Petro,
economista de profesión, exalcalde de Bogotá, por el contrario, es el clásico
populista, que promete lo que no se puede cumplir, especialmente a los más
vulnerables, sin consideración a cómo va a financiar sus programas de gobierno
y con ideas tan absurdas como acabar con la economía petrolera y minera,
apropiarse del flujo de caja de las pensiones privadas, realizar una reforma
tributaria para los 4.000 más adinerados para recaudar 55 billones de pesos, la
revisión de los tratados de libre comercio para, supuestamente, proteger la
industria nacional, el empleo por cuenta del estado para todo quien no lo
tenga, pensiones garantizadas para los más pobres y un amplio surtido de
subsidios. Además, la más dura estatización de los temas económicos y la más
incisiva intervención en la economía privada, para realizar una supuesta
“democratización” de la riqueza, por un lado, o el llamado “perdón social”, por
el otro, donde quiere borrar los pecados de corruptos y subversivos. El
programa de Petro ha creado gran preocupación en los medios empresariales e
inversionistas y en los organismos y gobiernos internacionales democráticos. De
hecho, cálculos de alguno de los candidatos opositores en la contienda
presidencial indican que se requiere el doble de recaudos por impuestos para
atender las ofertas del programa de Petro, imposible de realizar. Puro y llano
populismo, cautivador de incautos y esperanzados ciudadanos en busca de una
redención milagrosa de su situación de carencia.
Ahora,
independientemente del resultado final, esta campaña dejará como resultado la existencia
de una nueva clase política alejada del llamado “establecimiento”, donde han
convivido los políticos y sus partidos de derecha o de izquierda en los últimos
años, incluido el propio Petro que ha tenido actividad municipal y ha sido
alcalde- con muchas contradicciones en su gobierno-, representante y senador
desde 1980, fuera de su actividad guerrillera en el M-19.
Lo
curioso es que ahora la contienda esta jugada entre dos candidatos que dicen
defender el cambio y rechazar el establecimiento: ¿Cuál cambio?: el de Petro es
claro por lo irrealizable y populista, lo cual lo hace inconveniente y
peligroso para el país al afectar la democracia y sus instituciones, la
propiedad y la iniciativa privadas. El
de Hernández, aún difuso, pero bien intencionado, también puede llegar a ser
populista, aún hay mucha tela para cortar en los próximos días, antes de la
segunda vuelta el 19 de junio, y luego en su eventual gobierno, si bien, al no
querer rodearse de la clase política tradicional, por lo menos no se vuelve
burocrático y clientelista.
De
nuevo, continuaremos con un escenario de radicalización de la polarización
entre los ciudadanos, la cual ya estaba gravemente arraigada, desde el proceso
de paz de Santos, pero ahora, con seguridad, se volverá más espinosa. Esta
campaña ha despertado sentimientos muy negativos como el miedo, el odio, la
prevención, la incredulidad, la apatía, la revancha, la pérdida de confianza en
las instituciones, en los partidos o en los candidatos, o, en todos a una. Nada
bueno se puede esperar de estos negativos sentimientos para la concordia y la
armonía necesarias para un buen gobierno, conciliador, integrador y con mandato
nacional, no sólo de partido, grupo político o de candidato. Técnicamente la
gobernabilidad del país se pone en juego.
Si,
al momento de la elección del nuevo presidente, se desconoce su nombramiento,
sería una situación que puede conducir a violencia y dificultades para
gobernar, ahondando las rencillas ciudadanas o partidistas, las cuales pueden
terminar en no se sabe dónde. Desafortunadamente, desde la campaña de Petro, se
ha afirmado que, si no ganan, van a desconocer las elecciones, creando mayor
desconfianza y crispación en la ciudadanía. Verdadero temor. Esperemos que el
país suavice sus sentimientos negativos causados por la elección y para la
segunda vuelta haya un mejor entendimiento, tranquilidad de espíritu y conducta
sosegada, para sobrellevar el duro escenario que nos tocará atravesar.
No
son fáciles los momentos por los que atraviesa la economía mundial, tanto en lo
económico como en lo político. En lo económico podemos estar al frente de una
recesión generalizada, dada la alta inflación y los problemas de abastecimiento
y crecimiento en toda la geografía mundial. Y, en lo político, las divisiones a
todo nivel ocasionadas por la guerra en Ucrania-Rusia, las cuales están
atentando contra la estabilidad mundial, el globalismo y el multilateralismo.
¿Para dónde vamos?, nadie lo sabe, pero es mejor que la circunstancia política
de la elección presidencial de Colombia nos aclare el panorama y no nos lo
oscurezca mucho más.