Comentario 31/10/2022
LA
CORRUPCIÓN
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Cuando
la Procuraduría habla de más de $50 billones como el estimativo del dinero que
mueve anualmente la corrupción en Colombia, estamos, sin duda, al frente de un
monstruo de mil cabezas. No pasa un día sin que veamos o escuchemos sobre
hechos de corrupción en las noticias que divulgan los medios de comunicación.
La ambición del dinero fácil se ha vuelto el modo de vida de personas
codiciosas, sin sentido de comunidad o sin valores éticos o morales acendrados.
Lo
grave en Colombia es que ya no hay en quien creer, prácticamente todos los
organismos del Estado (ejecutivo, legislativo, judicial, organismos de
investigación y de control, Fuerzas Militares y de Policía, etc.) y los
partidos políticos, han sido señalados en algún momento por hechos de
corrupción. Funcionarios venales parece ser una “producción” de lo más frondosa
en Colombia. Sin embargo, el problema no es en el sector público solamente, en
el sector privado hay empresas y personas que están fuertemente comprometidas
también en la corrupción. No importa dónde se origine, es corrupción, aquí vale
el dicho de “¿quién peca más?, ¿el que peca por la paga o el que paga por
pecar?”, tanto los funcionarios públicos como los privados, en connivencia unos
con otros, que son proclives a estos delitos, todos son corruptos, no unos
menos y otros más.
Ni
hablar, como complemento, de lo que sucede en muchas de las campañas políticas
de los últimos años y en las diversas elecciones para cargos públicos,
acompañadas, varias de ellas, de verdaderas maquinarias de corrupción, de
coimas en dinero o en especie y de lavado de activos. ¿Qué tal el caso de
Odebrecht hace algunos años?, con muy pocos sancionados, donde también se
salpicaba al presidente Santos, para citar un solo ejemplo ¿Otro elefante que
no se vio, como en el proceso 8.000 de Samper?
Parte
del pesimismo que ha acompañado el país en los últimos meses no se origina sólo
en el escepticismo frente al gobierno de Petro, a la evolución económica
desfavorable en su mandato y a su proceso de paz total que estará lleno de más
impunidad con beneficios, también está fuertemente influenciado por el rechazo
a la corrupción rampante y descarada y a la falta de credibilidad en la
Justicia, llamada a ser el faro moral de la Nación, pero también comprometida
en corrupción, como fue el caso, por ejemplo, del “cartel de la toga”,
donde los magistrados vendían sentencias por el pago de suculentas coimas, ¡qué
horror!, y estos son nuestros máximos jueces.
Valga
resaltar, por el contrario, las valerosas campañas que han emprendido
recientemente algunos organismos como la Fiscalía, la Procuraduría y la
Contraloría para atacar estos males, las cuales, en forma lenta pero
progresiva, están produciendo denuncias y detenidos.
Como
consecuencia de la corrupción, hay una cultura truculenta en el país por la
afectación al patrimonio público, ya son famosos los carteles de corruptos en
temas tales como: alimentos para los niños, las pensiones, la salud, la
contratación de obras públicas, los impuestos, las regalías, etc. Además, el
fenómeno de corrupción se ha replicado en todo tipo de regiones y ciudades, no
importando su tamaño.
Ahora,
¿cómo combatir la corrupción?, ¿existe algún antídoto?, por supuesto que sí y
es el reencuentro con los valores morales, éticos y ciudadanos, donde lo
público debe ser sagrado, por el bienestar de toda la comunidad. Quien atente
contra los recursos de la comunidad, por acción u omisión, debería merecer las
máximas sanciones penales y el mayor rechazo social, dándole al corrupto el
trato de “paria” de la comunidad.
Si
los valores de honestidad e integridad fueran una norma de conducta para los
funcionarios, los políticos, los empresarios y la comunidad en general, el
problema de la corrupción se minimizaría, aunque, lamentablemente, siempre
existirán corruptos, pero cada vez más censurados, combatidos y condenados por
las autoridades y la propia sociedad.
Subrayemos
esto último, si la comunidad acepta como “líderes de acción y de opinión” a los
grandes corruptos, y los trata como notables y dignos de ser imitados, habrá
más razones para seguir el ejemplo de los que ya lo hicieron, esta es parte de
la cultura de lo ajeno como el camino fácil, socialmente no siempre la
censuramos, pareciera ser que en algunos sectores se aplaudiera el “éxito” de
la corrupción como uno de los grandes logros a seguir.
Además,
tan dañina es la corrupción en los contratos como en el manejo del propio
gobierno. Cuando el gobierno de turno hace componendas burocráticas o
presupuestales para favorecer sus proyectos en el Congreso, de alguna manera
también hay corrupción y lesión a la ética y la transparencia públicas. Con
ello, se violan los principios políticos y los idearios de gobernantes y
partidos que han sido presentados a la comunidad como modelos para ser elegidos
como dignatarios del gobierno, como congresistas, como miembros del sector
judicial o como funcionarios de organismos de control. Hace algunos años en el
país se acuñó el término de untar la “mermelada en toda la tostada”, para
significar la corrupción rampante en todo tipo de organismos del Estado y de
éstos con algunos miembros del sector privado o con expertos en corrupción y
contratos, como Emilio Tapia y su combo, quienes han figurado en los hechos de
corrupción más notables de país por muchos años, y siguen apareciendo.
¿Cómo
van a ser las relaciones entre el ejecutivo y el Congreso sin que medie la
“mermelada? Las primeras de cambio del Gobierno Petro demuestran que habrá más
tostada y más mermelada, con algunos partidos de gobierno que han vendido su
ideario por beneficios, contratos, cargos y prebendas.
Esta
no es una experiencia nueva para el país, se ha vivido antes, y por lo tanto
debemos desconfiar en esa clase política, en esos funcionarios públicos y judiciales
y en los congresistas que acepten y comprometan su actuación, su inteligencia y
su voluntad en el cumplimiento fiel de sus funciones, pero bajo la expectativa
de mermelada y no por el bien del país, para superar sus problemas y mejorar la
calidad de vida de sus conciudadanos. No en vano el Congreso y la clase
política gozan, hasta ahora, de la peor calificación en términos de
favorabilidad, credibilidad y aceptación por parte de la comunidad, como lo
evidencian todas las encuestas. Señores miembros del Estado y de los partidos
políticos es hora de cambiar esta percepción, con grandeza y con nobleza.
Como
afirmaba el exprocurador Fernando Carrillo “La ética renace o el país se
derrumba”. Es claro que el antídoto para la corrupción es la honestidad y la
integridad, ¿será mucho pedir a nuestros empresarios, a los dirigentes
políticos, a los funcionarios públicos, a los judiciales y a los ciudadanos
esta conducta? Veremos…… y, con ello sabremos, si el país está cambiando o
seguimos en “más de lo mismo” en términos de corrupción.