Comentario 09/12/2024
LA
ESTRATEGIA DE GUSTAVO PETRO
Por: Carlos Alberto Mejía C.
Ingeniero Industrial y Administrativo.
https://reflexiones-de-cam.blogspot.com/
Los
últimos discursos populares del presidente Petro los ha hecho ante muchos de
sus seguidores, frente a los cuales, empleando sus indiscutibles cualidades
oratorias, ha utilizado un lenguaje retórico, cargado de afirmaciones de muy
dudosa credibilidad o de consignas populistas y demagógicas, para causar un
impacto emocional y una reacción visceral en los oyentes, sin importar su nivel
de comprensión y asimilación, especialmente sembrando odio y rivalidad de
clases. Veamos algunas situaciones y deduzcamos de ellas la estrategia de
Gustavo Petro:
Lo
primero sea decir que Petro concibe el país actual como atravesando una época
feudal de señores terratenientes o dueños de los medios de producción, con
siervos y lacayos a su servicio, explicados en la clase campesina y
trabajadora, tal cual como si estuviéramos en la Edad Media. Por supuesto, con
una visión así, se magnifican los problemas de falta de niveles superiores de
desarrollo y se realza el impacto de la pobreza, sin permitir ver las
soluciones que el país viene creando a lo largo de su historia. Hoy Colombia es
mucho mejor que hace 50 años. Estamos lejos de ser un país feudal y esclavista
y, aunque hay problemas de desigualdad e inequidad, es más por falta de
progreso que de distribución de la riqueza. Fomentar y afianzar aún más el
crecimiento y el desarrollo es lo que verdaderamente necesitamos y no el crear
odios y divisiones de clase.
Lejos
de Colombia dicho planteamiento de conflicto de clases, sin desconocer que hay
problemas de inequidad y falta de oportunidades para todos como fuera deseable,
los cuales solo se lograrán con mayor crecimiento, de tal manera que se
afiancen las más diversas oportunidades y los ciudadanos, de todos los tipos y
clases sociales, puedan optar por aprovecharse de ellas. Todo esto ocurre en
campos tan diversos como la educación, la salud, el bienestar y las
oportunidades laborales, formales e informales, más estas últimas que las
primeras, por desgracia.
Por
otro lado, Gustavo Petro descalifica a sus opositores tratándolos de fascistas,
capitalistas, oligarcas, capataces, opresores, y un sinfín más de apelativos
altisonantes y desafortunados, que lo único que refuerzan es el odio, la
división, la polarización y alejan la convivencia pacífica, necesaria para
aglutinar voluntades, esfuerzos y realizaciones. Petro les censura a las clases
pudientes sus logros y ejecuciones, como si fueran negativos para el país, y
los acusa como los causantes, promotores y gestores de los males del país, por
ejemplo, diciendo que no quieren pagar impuestos, que no quieren que el pueblo
progrese y que rechazan la entrega de tierras a los campesinos. Su tono es de
desprecio y de acusador implacable de los contradictores como culpables.
Dice
que la lucha de clases es una batalla entre el capitalismo despiadado y la
defensa de la vida, como si no reconociera que los países de mayor progreso y
bienestar son capitalistas y democráticos. Proclama, por lo tanto, el
socialismo de Estado como la solución, cuando este se ha demostrado destructor
de las economías, las instituciones, las sociedades y la ciudadanía en los
países que se ha implantado, como en Nicaragua, Cuba o Venezuela, como los
ejemplos más cercanos, gobiernos que se han vuelto autocráticos, estatistas y
totalitarios, con persecución a la propiedad privada y a las libertades
individuales.
Le
están dando un golpe blando. Todo se desprende de las investigaciones
institucionales que se le están haciendo a su campaña o a su gobierno, donde
él, por tratarse de él, asume que son ilegales, inconstitucionales y golpistas.
Nada más lejos de la verdad, los fundamentos de esas investigaciones están a la
vista y cada vez se reúnen más pruebas y testimonios que lo inculpan a él o a
los miembros de su familia.
Con
el “me quieren tumbar” y “no me quieren dejar gobernar” ha creado en su torcida
mente dos falacias sobre dos supuestos grupos de “tumbadores”: los que quieren
golpear a su gobierno y tumbarlo inmediatamente o los que quieren golpear a su
gobierno, pero para dejarlo terminar su mandato, que quede tan desacreditado
que sea un porrazo irreparable para el movimiento progresista que representa
políticamente a través del Pacto Histórico. Investigaciones institucionales y
formales hechas por instancias administrativas o judiciales tales como el CNE o
la Comisión de Acusaciones de la Cámara (CAC) no pueden ser consideradas, por
supuesto, como un golpe de Estado. De nuevo, con Petro las leyes y reglamentos
que lo favorecen son correctos y constitucionales, pero los que lo inculpan o
no lo favorecen son incorrectos e inconstitucionales.
Pero,
últimamente, Petro también dice que lo están acorralando, asfixiando en materia
financiera por falta de presupuesto, porque le tumbaron la reforma tributaria
planteada por el ministro José Antonio Ocampo y no le pasan la nueva ley de
financiamiento en el Congreso. En materia legal también lo acorralan porque no
le aprueban los decretos y leyes, como si por ser de su autoría fueran
convenientes, constitucionales y gozaran del respaldo de los partidos y las
demás instituciones. En materia política también se siente perseguido por la
fuerte oposición en las instancias de gobierno y por las acusaciones en su
contra a través del CNE y la CAC. O sea, en sus palabras, no lo dejan gobernar,
no es que su gobierno sea malo, es que no lo han dejado. No son sus yerros,
omisiones y errores los que lo desacreditan, son sus opositores recalcitrantes.
Cuando no se apoya algo del gobierno, es el fascismo contradictor que lo
acorrala. Ya ve más “espantos” de los que le corresponden.
Critica
fuertemente a las calificadoras de riesgo y a los bancos de inversión
extranjeros por su continua advertencia del riesgo del incumplimiento de la
regla fiscal, cuando son todas las autoridades económicas, el Banco de la
República, las instituciones financieras del país, la academia y los expertos
independientes los que vienen haciendo ese aviso cada vez con más fuerza. De
hecho, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, ya está haciendo las “maromas”
necesarias para hacer recortes presupuestales y de gasto público con una buena
“tijera”.
Llama
a todos los movimientos de izquierda a organizarse y al Pacto Histórico a
volverse partido político para salir a las calles a apoyar a su gobierno, no
con grupos de unos pocos sino en forma masiva. Está visto que Gustavo Petro
perdió las calles hace ya meses y la poca efectividad que han tenido las
marchas de sindicatos, obreros, maestros y movimientos sociales que lo
acompañaban y que no han vuelto a salir a la calle en forma significativa. A
sus seguidores les dice: “hay que ganar el gobierno, pero esto no basta, hay
que ganar el Estado para que todas las instituciones acompañen su pensamiento,
pero lo más importante es ganar el poder para cambiar la cultura de los
ciudadanos” y que todos lo acompañen en su pensamiento del socialismo de Estado
y del progresismo.
Como
estas, son muchas las manifestaciones de desespero del señor presidente Petro,
porque las cosas de su gobierno no van bien y cada vez se queda más solo y con
menor reconocimiento.